Pasión sin límites

En Neiva, la escuela de patinaje Grandeza Amor transforma vidas con inclusión, amor y deporte para niños con habilidades especiales.
En Neiva, la escuela de patinaje Grandeza Amor transforma vidas con inclusión, amor y deporte para niños con habilidades especiales.
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En el barrio La Libertad de Neiva, la pista de patinaje Campo Martes se ha convertido en el escenario de una transformación social silenciosa pero poderosa. Allí, la escuela Grandeza Amor, liderada por la profesora María del Pilar Ariza Torres y su esposo Néstor David Muñoz, ofrece algo más que clases de patinaje: abre un espacio de inclusión y esperanza para niños con habilidades especiales.

El lema del proyecto lo resume todo: “Brillamos con luz propia, hasta e incluimos con amor.” Y esa luz se ve reflejada en cada entrenamiento, donde lo más importante no es la velocidad, sino el respeto, la empatía y la oportunidad de crecer juntos.

Escuela inclusiva

La iniciativa nació desde una experiencia personal. María del Pilar es madre de una niña con déficit cognitivo leve que, en su intento por practicar deporte, fue excluida incluso por un profesor. “Eso me marcó. Decidí que mi hija y otros niños como ella merecían un lugar donde no fueran juzgados, sino impulsados”, cuenta la docente, quien convirtió esa necesidad en una misión de vida.

Así surgió Grandeza Amor, una escuela distinta, donde se enseña desde cero y con paciencia. Muchos de los pequeños que hoy se calzan los patines por primera vez provienen del colegio Ceinar y otras instituciones del sector. La pista de Campo Martes, en el oriente de Neiva, se ha vuelto su segundo hogar.

Amor rodante

Actualmente, los pioneros del proyecto niños con distintas condiciones especiales, están becados como reconocimiento y motivación. Para quienes desean unirse, la mensualidad es de $55.000 y la inscripción de $30.000. Sin embargo, el dinero no es un impedimento. “Si hay familias sin recursos, buscamos padrinos que nos ayuden. Lo importante es que los niños tengan un espacio sano y feliz”, afirma la profesora.

Más allá del patinaje, lo que se enseña aquí es convivencia, superación y humanidad. Desde cómo pararse por primera vez hasta cómo levantarse tras una caída, cada paso sobre ruedas es también un paso hacia una sociedad más solidaria.

Llamado urgente

Pese al impacto positivo del proyecto, Grandeza Amor no cuenta con patrocinadores ni apoyo institucional. Todo lo que se hace es gracias al esfuerzo propio, la convicción y la voluntad de quienes creen que el deporte también puede ser inclusión. “Trabajamos con las uñas, pero con el corazón lleno. Soñamos con que más personas se unan a esta causa”, expresa María del Pilar.

La escuela hace un llamado a líderes locales, empresarios y entidades del deporte para que respalden este proyecto que no solo forma deportistas, sino mejores seres humanos.

En Campo Martes, entre caídas, abrazos y risas, Neiva está siendo testigo de cómo el deporte puede derribar muros, abrir caminos y enseñarnos que todos, sin excepción, tenemos derecho a rodar hacia nuestros sueños.


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