Palmira se viste de cacao: el ‘Oís’ que floreció en el corazón del Valle

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Por un par de días, el dulce y terroso aroma del cacao se mezcló con la brisa tibia del Centro de Convenciones. Y no era casualidad: Palmira, tierra fértil y de tradiciones agrícolas profundas, fue el epicentro del Primer Festival Regional Cacaotero Vallecaucano, ‘Oís’.

Se trata de un evento que reunió a campesinos, técnicos, investigadores y emprendedores, sino que logró algo más difícil: hacerlos dialogar, saborear, recordar y proyectar un futuro en torno a un fruto que quiere cambiar la historia del campo vallecaucano.

’Oís’, un llamado que brotó de la tierra

El nombre del festival, ese ‘Oís’ tan vallecaucano, más que un título fue una invitación directa, cálida y sencilla: a escuchar el campo, a mirar con nuevos ojos el cacao y a darle el lugar que merece en los planes de desarrollo rural.

Desde muy temprano, este jueves 28 de agosto, llegaron al Centro de Convenciones, mujeres con canastos de cacao, jóvenes con emprendimientos de chocolate premium, asociaciones indígenas, académicos, extensionistas, alcaldías y delegaciones de Florida, Buenaventura, Roldanillo, Cartago,Alcalá, Andalucía, Cali, Palmira, Miranda,Villa Rica, Guachine, Puerto Tejada, Corinto Padilla del Departamento del Cauca, Tumaco Nariño y decenas de corregimientos del Valle del Cauca.

En cada maleta, además de muestras y productos, venía una historia de lucha, de resiliencia y de siembra bajo el sol, en zonas donde antes el miedo era el único que cosechaba. “El cacao nos está abriendo puertas que la violencia y el abandono nos cerraron durante años. Hoy estamos aquí porque creemos en la tierra, y porque queremos ver a nuestros jóvenes crecer con nuevas oportunidades es muy importante visualizar el puente entre cacaoteros, investigación e industria y la Gobernación y la alcaldía de Palmira con este primer encuentro”, expresó Catalina Zamudio, estudiante de ingeniería agro industrial de la Universidad Nacional de Colombia, sede Palmira, mientras compartía su chocolate artesanal con un visitante en uno de los stands del evento.

Conocimiento, aroma y territorio

Durante el primer día, el festival desplegó su riqueza: charlas académicas con expertos de Agrosavia, la Federación Nacional de Cacaoteros y la Universidad Nacional, catas sensoriales con las cuales los asistentes “leyeron” el sabor del cacao como si se tratara de un poema; y una master class que dejó claro por qué el posconflicto se cultiva también con innovación.

Los más técnicos hablaron de variedades resistentes, de mercados diferenciados, de fermentaciones controladas. Los más poéticos hablaron de raíces, de memoria, de herencias. Y todos, sin excepción, hablaban del cacao como un símbolo de lo que puede crecer cuando el Estado llega, cuando la paz se cuida y cuando la tierra se respeta.


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