La construcción de la institución educativa Winnipeg en Pitalito se ha convertido en un símbolo de los errores repetidos en la contratación pública. Con más de un año de retrasos y materiales deteriorándose en el sitio, la comunidad educativa enfrenta hacinamiento y condiciones indignas, mientras los discursos oficiales prometen soluciones que nunca llegan.
El secretario de Educación Municipal, Óscar Cuéllar, reconoció que el proyecto partió de estudios y diseños mal elaborados en la administración anterior, lo que obligó a suspender el contrato y rehacer todo el proceso técnico. Sin embargo, la consecuencia directa ha sido el abandono de la obra, la pérdida de recursos y la incertidumbre de cientos de estudiantes que aún esperan aulas dignas.
Sobrecostos
La obra, que inicialmente rondaba los 6 mil millones de pesos, ahora superará los 13 mil millones tras una adición presupuestal de 4.100 millones para el contratista y 600 millones para interventoría. “Siempre perdemos, y el que pierde es el pueblo”, admitió Cuéllar, al señalar que la falta de planeación es la raíz del problema.
Los materiales corroídos por el tiempo y el moho representan un daño económico incalculable que recaerá, en última instancia, sobre los contribuyentes. El propio funcionario reconoció que las demoras han significado casi año y medio de trabajo perdido, con perjuicios que afectan no solo el bolsillo público, sino la confianza ciudadana.
Responsabilidades
Aunque la Secretaría de Educación asegura haber cumplido con los nuevos estudios, diseños y licencias, la aprobación final depende ahora de Planeación Departamental y del comité de regalías, lo que mantiene la obra paralizada. Cuéllar fue enfático: “No hay retrovisores, la orden del alcalde es sacar adelante estas obras”. Pero el argumento no logra ocultar que alguien debe responder por los errores que hoy tienen al proyecto en vilo.
El señalamiento de responsabilidades sigue siendo esquivo. La consultoría inicial incumplió, la gobernación avaló estudios deficientes y la comunidad educativa continúa pagando el precio. La pregunta de fondo es quién responde por los recursos invertidos, los materiales dañados y los meses de espera que suman ya una pesada factura social y económica.
Una deuda
Mientras las autoridades prometen que Winnipeg será entregada en 2026, padres de familia y estudiantes siguen atrapados en la precariedad. La imagen de vigas oxidadas y cemento a medio fraguar se alza como testigo de la improvisación.
Más allá de los tecnicismos, lo que se repite es la historia de siempre: proyectos que comienzan con entusiasmo y terminan siendo monumentos a la desidia. Winnipeg podría ser rescatada, sí, pero ya carga el estigma de la desconfianza ciudadana. Y esa deuda, al contrario de las adiciones presupuestales, no se mide en cifras, sino en el daño a una generación que sigue esperando educación digna.




