Al clausurar las sesiones extraordinarias del Concejo Municipal de Neiva, Raúl Mosquera, alcalde encargado, desplegó un repertorio de frases cargadas de optimismo: habló de procesos en marcha, de avances firmes y de proyectos que “beneficiarán a la comunidad”. Sin embargo, la ciudad sigue sin ver el inicio de esas obras que, según el mismo discurso oficial, cambiarán el rumbo del municipio.
El agradecimiento a los concejales por su “disposición” suena más a formalismo político que a un reconocimiento real, mientras la administración intenta sostener un relato de progreso que no termina de materializarse en los barrios ni en las calles de Neiva.
Entre cintas y aplausos
La promesa de “cortar la cinta” terminó siendo la frase que marcó el discurso: una metáfora del afán político por inaugurar, aunque lo construido todavía no exista. La ciudadanía, en cambio, pide menos palabras y más resultados. El contraste es evidente: el gobierno habla de avances, mientras los neivanos enfrentan deficiencias en movilidad, servicios básicos e infraestructura. El 1 de octubre, cuando el Concejo retome sus sesiones ordinarias, la expectativa estará puesta en el control político. El reto no es aplaudir discursos, sino exigirle a la administración de Casagua resultados claros, porque Neiva ya no se alimenta de promesas.




