El ingreso del exalcalde de Ibagué, Andrés Hurtado, al Partido de la U ha encendido el debate sobre la coherencia política de sus movimientos. Tras el anuncio de la candidatura de su hermana, Carolina Hurtado, a la Cámara de Representantes con el aval de este partido, las estrategias del exmandatario revelan un enfoque centrado en consolidar su influencia, incluso mediante negociaciones que, según se especula, incluirían puestos y contratos en la administración pública.
Este cambio de filiación política ha generado críticas, especialmente porque Andrés Hurtado ha estado históricamente vinculado a corrientes ideológicas más cercanas al Conservatismo, Cambio Radical y Centro Democrático, partidos que priorizan valores como la seguridad y la coherencia. Su acercamiento al Partido de la U no solo cuestiona su lealtad a esos principios, sino que también deja en entredicho su relación con la actual administración municipal liderada por Johana Aranda, donde parecería mantener cierto grado de influencia.

La llegada de Hurtado al Partido de la U también supone un reto para los líderes de esta colectividad, como Jaime Yepes. Mientras su incorporación podría aportar visibilidad mediática, también existe el riesgo de que el partido sea percibido como una plataforma para intereses personales, debilitando su cohesión interna y alejando a sectores que defienden una política más transparente y colectiva.
Este caso refleja un panorama político donde la búsqueda de poder puede eclipsar los principios ideológicos. Movimientos como el de Andrés Hurtado no solo generan dudas sobre sus motivaciones, sino que también ponen en evidencia la desconexión entre los líderes y la exigencia ciudadana de mayor transparencia y compromiso con los valores que representan.
