OPINIÓN| Éxodo intelectual

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Colombia está perdiendo a sus mejores mentes. La reciente cifra de más de un millón de colombianos que emigraron entre 2023 y 2024, muchos de ellos jóvenes profesionales altamente calificados, es más que una estadística alarmante: es el reflejo de un país que no les ofrece un horizonte.

Esta fuga de cerebros no solo empobrece nuestro capital humano, sino que compromete el futuro del país. Médicos, científicos, ingenieros, investigadores y académicos están encontrando fuera de nuestras fronteras el reconocimiento, la estabilidad y las oportunidades que aquí se les niegan. Mientras tanto, el Estado permanece indiferente, sin políticas concretas para retener talento ni una visión clara de desarrollo científico y tecnológico.

El éxodo intelectual es una tragedia silenciosa. Cada colombiano brillante que se va, representa una inversión pública que se pierde, una posibilidad de innovación que se esfuma y una luz menos en el camino hacia el progreso. Colombia, atrapada entre la inestabilidad económica, la inseguridad y la falta de apoyo a la educación superior, está hipotecando su porvenir.

Si no se actúa de forma urgente, el país quedará condenado a depender del conocimiento de otros, a importar lo que pudo haber creado y a retroceder mientras el mundo avanza.

La fuga de cerebros no es un fenómeno aislado: es un grito colectivo de desesperanza. Y si no lo escuchamos ahora, muy pronto no quedará nadie para construir el país que tanto decimos soñar.


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