Nuevo ataque informe de Drones asesinos en el Catatumbo: El sonido de las matas de coca en Versalles, zona rural de Tibú, se vio interrumpido por el agudo zumbido de un dron. Unos soldados del Ejército Nacional, quienes habían ingresado al sector para verificar un reporte de explosivos enterrados, apenas notaron lo que ocurría cuando un dron apareció en el aire. «Era el primero. Salió a hacer reconocimiento. Buscaba tropas, objetivos, rutas. Y nos encontró», relató un capitán experto en el manejo de artefactos explosivos del Ejército a La Opinión. Instantes después, un segundo dron surcó el cielo, esta vez portando una carga letal. «Venía armado. Lanzó una munición improvisada que no estalló al caer de lado. Era un artefacto de fabricación casera, pero con precisión de guerra», añadió. Este incidente demuestra una preocupante evolución en las tácticas de los grupos armados ilegales.
La mayoría de los drones que manos criminales utilizan en el Catatumbo son modelos comerciales, especialmente el Mavic 3 de la empresa china DJI. Estos aparatos, capaces de levantar hasta 570 gramos y operar con precisión gracias a sus sistemas de navegación GPS, altímetros y brújulas magnéticas, tienen un alcance de hasta 10 kilómetros y pueden volar a alturas de 500 metros. Se han convertido en una herramienta de guerra asimétrica en esta región, donde el conflicto armado se ha reinventado. El ELN y el frente 33 de la disidencia de las FARC han adaptado las tácticas observadas en conflictos internacionales. «Es una copia exacta de lo que pasa en Ucrania», afirmó el capitán del Ejército, lo que subraya la importación de nuevas formas de guerra a Colombia.

Nuevo ataque informe de Drones asesinos en el Catatumbo
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Detrás de cada ataque con nave no tripulada en Norte de Santander, existe una red logística compleja. Incluye talleres clandestinos donde se fabrican los explosivos y se ensamblan mecanismos rudimentarios con ganchos, aletas de PVC y metralla improvisada (clavos, tuercas, tornillos). Las cargas explosivas se activan al contacto con el suelo, lo que convierte cada vuelo en un posible ataque mortal. «Los drones son adaptados de forma artesanal, con explosivos extraídos que a menudo llevan cartuchos de fusil calibre 5.56, pernos, espoletas caseras y detonadores modificados. Pueden afectar hasta 50 metros a la redonda», precisó el oficial. Estos drones no son kamikazes; vuelan, sueltan el artefacto explosivo y regresan para ser recargados.
La cadena criminal de los drones bomba comienza con una simple compra de estos equipos voladores teledirigidos en internet, desde cualquier parte de Colombia o del mundo. Se pueden conseguir piezas sueltas como motores, tarjetas y estructuras de fibra de carbono, que luego se ensamblan como un rompecabezas para transformarse en armas. Todo puede empezar con una compra en plataformas como Facebook o Mercado Libre. El paquete llega en un bus a Tibú o cualquier parte del Catatumbo, donde alguien lo recoge, lo traslada, otro lo arma y un cuarto lo opera. Los grupos armados tercerizan todo, pagando a civiles, a menudo jóvenes, para capacitarse legalmente como pilotos de drones en escuelas civiles. El Ejército ha detectado cómo varios de estos «pilotos» reciben formación para cubrir eventos sociales, pero en realidad forman parte de la estructura armada.

Drones asesinos en el Catatumbo, Foto tomada de la Opinión.
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Ante esta nueva amenaza, el Ejército ha iniciado una carrera contrarreloj, desarrollando una estrategia de resistencia desde el Estado. Ya cuentan con herramientas de detección y anulación de drones, aunque reconocen que aún falta. «Una cosa es detectar. Otra, inhibir», explicó un técnico militar. Las nuevas armas contra esta amenaza incluyen sistemas electrónicos que interrumpen la señal entre el dron y su operador, además de la creación de un Batallón Antidrones con personal especializado. El ministro de Defensa, Pedro Sánchez, presentó una estrategia integral que incluye una inversión de $20.000 millones en tecnología antidrones, refuerzo de inteligencia militar, modernización de la movilidad aérea y una ofensiva total contra los grupos ilegales. Mientras en el Catatumbo esta guerra con drones apenas comienza a despegar, en el Cauca y el sur del Guaviare, ya se extiende, con enjambres de hasta cinco drones atacando posiciones militares o enemigos estratégicos.




