Keith McAllister, de 61 años, murió tras ser succionado por una máquina de resonancia magnética en el hospital Nassau Open MRI, ubicado en Westbury, Long Island.
El accidente ocurrió el 17 de julio a las 4:34 p.m.. McAllister llevaba una cadena de metal de más de 9 kilos, que usaba para entrenar. El campo magnético del equipo lo arrastró violentamente al interior de la sala, provocándole heridas letales. Nueva York: hombre muere tras ser succionado por máquina de resonancia magnética.
La máquina estaba en funcionamiento, y el impacto lo dejó inerte. El personal médico intentó ayudarlo, pero las lesiones resultaron fatales. Murió poco después en el hospital.
“Se quedó flácido en mis brazos”, dice su esposa
Adrienne Jones-McAllister, esposa del fallecido, relató que había terminado su propio examen de resonancia cuando pidió a un técnico que llamara a su marido para ayudarla a levantarse.
McAllister entró sin autorización a la sala, aún con la cadena en el cuello. La máquina lo atrajo de inmediato. “Lo vi caminar hacia la mesa y luego la máquina lo atrapó. Se quedó flácido en mis brazos”, dijo entre lágrimas a News 12 Long Island.

Aseguró que el técnico no impidió el ingreso del hombre, a pesar de la cadena visible. En cuestión de segundos, la tragedia ya era irreversible.
Las máquinas de resonancia pueden ser mortales sin protocolo
Los equipos de resonancia magnética funcionan con campos magnéticos extremadamente poderosos. Cualquier objeto metálico puede convertirse en un proyectil letal.
Autoridades médicas y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) han advertido sobre este riesgo. Llaves, teléfonos, cinturones o incluso tanques de oxígeno pueden causar accidentes fatales si entran a una sala activa.
No es el primer caso. En 2001, un niño murió en Nueva York tras ser golpeado por un tanque de oxígeno en una sala de resonancia. En 2018, otro hombre falleció en India mientras cargaba un cilindro metálico.
Los protocolos existen para evitar tragedias como la de McAllister. No deben ignorarse.




