La sorprendente transformación de ‘Karina’: de comandante de las FARC a defensora de la reinserción

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Elda Mosquera García —más conocida por su alias de combate “Karina”— protagonizó una de las historias más sorprendentes del conflicto colombiano. Durante casi 25 años, fue miembro activa de la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – FARC, llegó a liderar el Frente 47, uno de los más letales en la región de Urabá, y se convirtió en una figura temida por el Ejército, la Policía y grupos paramilitares.

Nacida en Turbo (Antioquia), en el seno de una familia muy numerosa y con pocas oportunidades, Karina ingresó a la lucha armada a los 16 años. Empezó en la Juventud Comunista y luego saltó al frente militar, donde asumió responsabilidades de mando sobre cientos de combatientes.

Su nombre llegó a estar en la lista de objetivos más buscados del gobierno cuando éste ofreció una recompensa por su captura. La guerrillera vivió acción intensa: secuestros, emboscadas, ataques con cilindros bomba y ejecuciones selectivas. En un combate quedó en estado de coma, perdió parcialmente la vista y sufrió graves heridas.

Pero el curso de su vida dio un giro. En 2008 se entregó y puso en marcha un proceso de reinserción que incluyó más de diez años de prisión. Fue durante ese tiempo cuando admitió que su lucha fue inútil, que “la violencia no es la solución”, y aceptó asumir las consecuencias de sus actos.

Hoy, Karina vive alejada de las armas. Ha publicado un libro —“Volver a ser Elda”— y trabaja en la confección para mantenerse. Más llamativo aún: forjó una improbable alianza de reconciliación con Raúl Hasbún, su antiguo perseguido paramilitar, con quien ahora convive en una finca del sureste antioqueño junto a otros excombatientes.

Su historia plantea preguntas profundas sobre la guerra, la rendición de las armas y la posibilidad de reintegrarse a la sociedad cuando se ha estado del lado más violento del conflicto. Para Karina, la reinserción no es solo abandonar las armas: es reconocer el daño, pedir perdón y construir una nueva identidad.

Aunque muchos la conocieron como la “temible Karina”, hoy prefiere que la llamen por su nombre: Elda. Y espera que su experiencia sirva de aliento y advertencia simultáneamente: aliento para quienes buscan rehacer su vida después del conflicto; advertencia de que la guerra no fue —ni es— la solución para Colombia.


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