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Arrancó uno de los carnavales más tradiciones y famosos en América Latina como es el tradicional Carnaval de Río de Janeiro que este año llega a su edición 28.
Con mucha purpurina, carrozas alegóricas, miles de integrantes y una poderosa batería de percusión, trece 'escolas', con cerca de 3 000 integrantes cada una, disponen de 60 a 70 minutos para recorrer los 700 metros del Sambódromo y encantar a los jurados y a 70 000 espectadores, en una fiesta que se extiende durante dos noches hasta el alba.
La primera en desfilar fue Estacio de Sá, con un “enredo” (tema) que rindió homenaje a la piedra, una materia vinculada a las grandezas y miserias del país. Espectaculares escenografías ilustraron el expolio de las riquezas mineras (simbolizado por dragones que tragan rocas) o la fiebre del oro durante los años 80 en Sierra Pelada, que se saldó con un desastre humano y ambiental.
Le siguió Viradouro, con un homenaje a la resistencia de mujeres esclavas en este país donde la esclavitud perduró hasta fines del siglo XIX.
En la primera carroza, una sirena negra con una larga cola dorada nadaba en un acuario de 7 000 litros de agua mineral.
La sirena era Anna Giulia, la única mujer negra en el equipo brasileño de natación sincronizada.
“Es un carnaval con muchas protestas para que el mundo vea lo que está sucediendo aquí”, afirmó Camila Rocha, una treinteañera que desfiló en el ala de “piedras preciosas” de Estáco de Sá.
Al fin del desfile, una carroza monumental mostró un Jesús de piel oscura crucificado, con la inscripción 'Negro' en lugar de 'Inri' sobre la cruz. El mensaje fue “muy bien recibido”. En las tribunas, “todos interactuaban con nosotros”, afirmó Milton de Oliveira, de 81 años, que participa en los desfiles de Mangueira desde 1962.
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