«Nos secuestran y nos roban la cita con Migración en EE.UU.»: la nueva modalidad de los carteles mexicanos para extorsionar a los migrantes en la frontera

A Laura le pareció extraño que hombres vestidos de policía y de paisano los apuntaran con sus teléfonos al salir del avión, como si estuvieran haciendo videos de ella, su esposo, su hija de 3 años y el resto de los pasajeros.
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Pero no era el momento de distraerse con temores. Por fin habían logrado llegar a la frontera norte de México y llevaban lo más importante: su cita programada con las autoridades migratorias de Estados Unidos impresa en un papel.

La familia venezolana aterrizó en el Aeropuerto Internacional Quetzalcóatl en Nuevo Laredo a la 1:00 de la tarde de un día que prefiere no revelar. La cita estaba prevista para la jornada siguiente, a las 8:30 de la mañana, en el puesto migratorio del Puente Internacional de Las Américas, que conecta a la ciudad de Nuevo Laredo, en el estado de Tamaulipas, con la ciudad de Laredo en Texas.

Laura, su esposo y su hija estaban a escasos 13 kilómetros y a menos de 24 horas de cruzar legalmente a Estados Unidos.

En octubre de 2020, el gobierno estadounidense habilitó este mecanismo para gestionar el ingreso de los migrantes por la frontera sur a través de los estados de Arizona, California y Texas.

Dos años después, la afluencia de venezolanos era tan masiva que el gobierno del presidente Joe Biden prohibió su ingreso irregular por la frontera con México y creó un mecanismo para recibir a 24.000 venezolanos patrocinados por familiares en Estados Unidos.

El cierre de la frontera se extendió luego a cubanos, nicaragüenses y haitianos. Todos debían tramitar la cita a través de CBP One, aunque muchos se quejaban de que el sistema estaba tan congestionado que tardaban semanas en lograr una entrevista con un agente migratorio.

Estados Unidos registró casi 2,5 millones de detenciones en la frontera sur durante el año fiscal de 2023, una cifra inédita para un flujo de migrantes que acumuló estadísticas récord durante los dos años anteriores.

La emboscada

La pareja intentó tomar un taxi dentro del aeropuerto de Nuevo Laredo, pero los conductores se negaron a llevarlos porque eran extranjeros. Laura pidió una carrera por la aplicación de taxi Didi, siguiendo la recomendación de otros conocidos venezolanos que tuvieron la cita en Nuevo Laredo y advertían que era una ciudad peligrosa.

Aunque no les gustaba la idea, los venezolanos caminaron fuera de los predios de la terminal aérea para abordar el auto. El ingreso al aeropuerto de taxis ajenos a las líneas internas está prohibido.

Cuando se detuvieron en un semáforo, poco antes de llegar a un puente, un auto gris los bloqueó desde el carril derecho y se bajaron dos hombres jóvenes, con tatuajes en el cuello y las manos.

“¿Para dónde van? ¿De dónde son ustedes?”, preguntó uno de los hombres, mientras el otro vigilaba la luz del semáforo. “Venimos de Ciudad México, venimos de visita”, recuerda Laura que respondió mientras abrazaba a su hija.

“Mi acento venezolano nos delató, de inmediato se dieron cuenta de que no éramos de allí”, cuenta a BBC Mundo la mujer de 33 años desde un refugio de migrantes en el norte de México, donde pidió el resguardo de su verdadera identidad y la de su familia por temor a represalias.

La luz del semáforo cambió a verde. Los vehículos comenzaron a moverse mientras ellos permanecían detenidos. Nadie tocó la bocina, nadie intervino. Uno de los hombres le ordenó al taxista que cruzara a la izquierda en la siguiente esquina.

«¡Por favor, no se pare! Sáquenos de aquí», recuerda Laura que le dijo al conductor, mientras su esposo miraba hacia atrás para confirmar que los seguían.

“Discúlpenme, no puedo hacer nada. Después arremeten contra mí”, contestó el chofer.

Ella comenzó a llorar, recordó a los hombres que les hicieron videos al abandonar el avión en el aeropuerto. «Me dio una crisis. Empecé a gritar, pensé en tirarme del carro con la niña, pero no quería lastimarla».

Su esposo cuenta que tuvo la misma idea, pero el auto gris los alcanzó antes de que la pareja tuviera tiempo de acordar una estrategia para salir de aquella trampa.

Un sueño forzado

Estados Unidos se convirtió en un sueño forzado por las circunstancias.

Laura y su esposo cuentan que eran empleados públicos en Maracaibo, la ciudad más poblada del occidente de Venezuela. Cuando sus sueldos dejaron de alcanzarles para vivir, juntaron sus ahorros y abrieron un negocio de venta de accesorios para teléfonos móviles.

La pareja comenzó a recibir amenazas de extorsión. Hombres que decían llamar desde «la cárcel» pedían una «vacuna» (extorsión) de US$200 semanales. Inicialmente el negocio no generaba ni la mitad en ganancias, así que la pareja dejó de contestar las llamadas e ignoró los mensajes de texto.

Todos los días les advertían que si no pagaban, se iban a arrepentir.

Un lunes por la mañana, Laura llegó a la tienda y descubrió orificios de disparos en la puerta. “Aunque no era nuestro plan, ese día decidimos irnos a Estados Unidos”.


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