Nunca perdió la esperanza. La religiosa de las hermanas franciscas de Nariño, Gloria Cecilia Narváez, llegó a su país luego de estar privada de la libertad por 4 años y 8 meses por un grupo identificado como de Al Qaeda en Malí, África.
Desde la liberad, la monja de 59 años contó a los periodistas detalles del cautiverio y como logró sobreponerse a los días difíciles que le tocó vivir por este grupo terrorista. El encuentro más triste será el que la religiosa tenga frente a la tumba de sus madre y de quién no se pudo despedir.
La religiosa narró el testimonio a Blu Radio ahora en libertad y con un nudo en su garganta narró lo que vivió y también confesó como su fe en Dios hizo que sucediera un milagro, pues hoy está viva para contarlo.
Qué pasó el día del secuestro:
“Ese día estábamos las hermanas de la fraternidad viendo las noticias y precisamente para darnos cuenta de la actualidad que había”, dijo la hermana agregó que en el lugar estaban acompañadas con 50 bebés en el centro de salud
Fue entonces cuando cuando entraron cuatro hombres fuertemente armados con fusiles y algunos machetes en el bolsillo.
Agregó que la puerta del puesto de salud nunca se cerraba y el motivo es que podría en cualquier momento aparecer una emergencia.
“Todos estaban cubiertos con turbantes y me preguntaron si yo era Gloria, me pidieron el documento de identidad. Me fui a la pieza y le di lo que me pidió. Cuando le entregue el documento, dijo que su jefe le había mandado a traer una de las hermanas”, afirmó.
La religiosa contó que los hombres se identificaron como de Al Qaeda y la orden era que se iban a llevar una de las jóvenes.
Ella se opuso y armada de valor se ofreció a cambio de la joven religiosa, pues ella era la persona que estaba al frente del grupo.
“Me subieron a una camioneta, me amarraron una especie de bomba en el cuello y me dijeron que me quedara callada», indicó la monja.
También contó «Fuimos saliendo por un lugar donde había sembrados de maíz y nos fuimos metiendo por donde había ramas. En la noche estuve en una moto, me llevaron a un lugar del norte de Malí”.
Siempre estuvo en peligro:
Narváez, a quien se le vio muy afectada contando cómo otro hombre la amarró de un árbol y le puso cadenas en los pies.
La historia de la hermana Narváez incluye relatos de cómo fue su travesía por varias zonas desérticas de ese país, en las que fue trasladada de un grupo a otro de hombres armados y escoltados.
Agregó “Yo pedí explicaciones y por qué no me liberaban, allí me dijeron que lo iban a hacer, pero me llevaron otros hombres árabes».
«Con ellos nos escondimos en un hueco entre ramas dos días, donde supuestamente llegaría un jefe que efectivamente llegó, les entregó un dinero y me llevaron con otro grupo hacia Nigeria”.
Los secuestradores de la hermana Narváez se identificaron como hombres del islam, quiénes también tenían en cautiverio a una ciudadana francesa y otra suiza.
“En este tiempo cambiaban los jefes cada mes, dependiendo del peligro que corrían, sí veían drones, helicópteros o aviones, nos trasladábamos”.
Cuenta la hermana que durante los cuatro años de secuestro siempre había peligro, persecución y que todas las noches debían caminar por las dunas del desierto largas jornadas, que ella era la encargada de preparar alimentos para sus compañeras.
“Durante este tiempo llegaban muchos jefes, unos buenos y otros que me pegaban y me maltrataban, me ponían cadenas en los pies siempre con un candado que me impedía caminar. El grupo que estaba del islam ahí siempre decía que yo era un perro de iglesia, siempre callé», dijo la monja.
Siempre pedí por mi libertad
«En todo momento me mantuve serena, no decía nada y siempre me dirigía con respeto. Con mucha paz si me maltrataban, siempre me tiraban todo, siempre su comportamiento era así conmigo”, expresó la monja.
Durante los cuatro años de secuestro, dice la hermana, siempre había drones que cercaban a “los jefes”, por lo que le pedía mucho a Dios que protegiera a todos, incluyéndolos a ellos, de muertes y enfrentamientos. “Se escuchaban gritos, bombas, no sabía si eran personas que estaban torturando, nunca supe qué pasó con ellos”.
Sobre su familia, indicó que en todo el tiempo que permaneció secuestrada sólo le dieron una carta que le dejaron responder; allí, dijo que se encontraba bien y con buena salud.
“Varias veces pedí que me liberaran, una de esas veces pedí ayuda a un jefe que me liberara, me subió a una camioneta y nos fuimos con hombres vestidos de camuflado. Nos alejamos de Malí donde me entregó a otro grupo y jefe”, mencionó.
En una de muchas veces que pidió que la liberaran, la hermana contó que un hombre se acercó con un vestido azul y le dio ropa para vestirse, mientras pasaban muchos helicópteros, “yo pensé que me iban a entregar a uno de ellos, pero seguimos escondidos”.
Luego de esto, la subieron a un carro azul, con gente de Malí, la sacaron de la zona desértica en una camioneta, para finalmente llegar a zona una militar.
“Unos señores me recogieron en un carro hacia la casa del presidente, donde me pude bañar y poner un vestido amarillo. Me dieron comida y me atendió un médico. Allí vi al presidente y un cardenal, el presidente me dijo que habían logrado mi libertad”, indicó le hermana Narváez con la voz quebrantada.
Indicó también que le da siempre gracias a Dios porque salió de ese lugar con buena salud y que solo necesitó tomar mucha agua para regenerar la piel quemada por el sol del desierto.
Antes de regresar al país enfatizó que le hicieron aplicar dos vacunas (COVID-19). La hermana destacó que no se enteró de nada, ni siquiera de la muerte de su madre, solo que había una enfermedad que estaba “acabando con el mundo”.
La religiosa indicó que no, ya que es religiosa y lleva una vida de oración.
“No tengo rencor contra ellos, cuando corríamos peligro siempre pedía a Dios para que nos cuidara, no guardo rencor. Siempre buscaba dentro del respeto dialogar o acercarme a pedir mi libertad, a pesar de las diferencias religiosas”, puntualizó.




