Cuando se trabaja con los padres de familia con el fin de que establezcan orden, límites y disciplina con sus hijos, es frecuente encontrarse, invariablemente, con el siguiente escenario:
- Padres que dicen que harán las cosas, pero ni siquiera lo intentan.
- Padres que van a casa, se comprometen con su familia y poco a poco mejoran juntos.
- Padres que buscan hacer cambios con brusquedad, sin mediar un diálogo y con el deseo de obtener buenos resultados pronto.
Este último tipo de padres pueden llegar a ser los que más perjudican a la familia si en su ánimo de hacer cambios con sus hijos cometen estos seis errores:
1. Llevan las cosas a los gritos
Gritar, en definitiva, nunca será una buena opción, excepto para advertir de un peligro inminente a alguien que está lejos de nosotros y no nos escucha en un volumen normal o bajo; de ahí en fuera, los gritos únicamente producen lo que muchos llamamos “sordera al padre”: la mamá o el papá gritan tanto, todo el día y por cualquier cosa, que el hijo “se acostumbra” y lo ignora simplemente, finge escucharlo pero su mente está en otro mundo.
2. A reglazo y sangre
¿A ti te pegaban? Por lo regular, quien pega también recibió golpes. Pegar es tan malo como gritar, ambas acciones lastiman, pero los golpes, aparte de correr el riesgo de producir una seria lesión en el niño, generan resentimientos, odio y muchas veces, deseos de venganza.
3. Las huellas imborrables
Dicen que las marcas de los golpes, con los debidos cuidados, se quitan en unos días, pero las que dejan la humillación y el maltrato nunca se van. Denigrar a tu hijo no es un medio para disciplinario. En cambio, es perverso y trae consecuencias terribles.
4. Somos únicos, y nuestros logros también
Todos somos diferentes, ¡aún los gemelos! No puedes utilizar la comparación entre hermanos, compañeros de clase o de equipo para “animar” o “inspirar” a tus hijos a ser mejores.
5. El castigo es inservible, las consecuencias no
Los castigos y los premios, desde mi perspectiva, se usan en los circos para adiestrar animales ¡y hasta los circos están cerrando por hacer esto! Cuánto más para no hacerlo con nuestros hijos.
La palabra “castigo” debe ser reemplazada por “consecuencias”. Por ejemplo: un niño que, por estar jugando, derrama la leche en la mesa y de castigo lo dejan sin ver televisión. ¡Aquí no hay ninguna enseñanza! Cuando hablamos de consecuencias, siguiendo el mismo ejemplo, sería así: el niño limpia lo que derramó y se queda sin tomar leche. No hay gritos, no hay reclamos ni sermones. El niño se responsabiliza de lo que hace, corrige y si es posible, enmienda. Adiós a las culpas y los resentimientos.




