Ni la disciplina, ni la fuerza mental, ni los años de entrenamiento en Jiu Jitsu fueron suficientes para evitar un final inesperado. En el barrio Los Andes fue encontrado sin vida el cuerpo de Javier Leonardo Parra, un joven instructor de 33 años que, paradójicamente, dedicó su existencia a enseñar cómo caer… y levantarse.
La tragedia ocurrió en el interior de su apartamento, donde fue hallado por personas cercanas que, al notar su ausencia prolongada, decidieron ir a buscarlo. Allí terminó la rutina de uno de los instructores más queridos en el municipio, conocido por su carisma, su rigor en el tatami y su entrega a las nuevas generaciones de atletas laboyanos.
Las autoridades no han confirmado las causas de su muerte, aunque sí han señalado que se adelantan las investigaciones correspondientes. Por ahora, el silencio pesa más que cualquier llave de sumisión, y la comunidad solo puede especular mientras la noticia sigue en desarrollo.
Quienes lo conocieron aseguran que Javier era un ejemplo de disciplina, respeto y superación personal. Justamente esos valores, cultivados en cada clase, hoy contrastan con la crudeza de su partida. La cinta negra que lo distinguía en el deporte ahora se viste de luto. El dojo quedó en silencio. La lona ya no tiembla. Y los que entrenaron bajo su guía hoy lamentan que esta vez, su mejor combate, no pudo ganarlo.




