¿Necesitamos más podcasts?

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DIY Podcast Room

La pregunta suena inevitable: ¿de verdad necesitamos más podcasts? La oferta parece infinita. Hay programas de historia, de comedia, de misterio, de opinión política, de astrología, de conspiraciones, y hasta de gente que básicamente prende el micrófono para contar qué soñó anoche. A ratos, da la sensación de que el podcast se convirtió en lo que fue la televisión en su peor etapa: relleno, repetición y personajes opinando sin mucho que decir.

Pero aquí está la trampa: precisamente ahí radica su valor.


El lado oscuro: cuando el podcast imita a la televisión

Muchos programas de podcast reproducen los vicios de la TV: mesas redondas con más ruido que contenido, debates donde nadie escucha y shows que parecen más obsesionados con el “clip viral” que con la conversación real. Al abrir Spotify o YouTube, es común toparse con formatos que suenan a copia de la copia.

Y sí, en efecto, los podcasts que más ruido hacen muchas veces son los peores: los que buscan polémica fácil, escándalos y frases diseñadas para Twitter.


El lado brillante: la democratización del medio

Aun así, el podcast es uno de los medios más democráticos que existen. Cualquiera con un micrófono y una conexión a internet puede crear el suyo. Eso significa que voces que antes jamás habrían llegado a una radio o a un canal de televisión, hoy pueden hablarle al mundo.

Sí, hay mucho ruido. Sí, abundan las opiniones improvisadas. Pero entre tanto experimento fallido surgen joyas: gente que aporta, que investiga, que entretiene o que simplemente ofrece una mirada distinta.


Quiénes sobreviven?

Lo curioso es que, aunque lo viral suele ser lo mediocre, los que duran son otros. Los podcasts que terminan consolidándose no siempre son los más ruidosos, sino los que logran crear una comunidad. Gente que, de otra manera, nunca habría tenido acceso a un medio masivo, construye su propio espacio, a su propio ritmo, con sus propios códigos.


Entonces… ¿necesitamos más podcasts?

La respuesta corta es: .
La larga: necesitamos más, aunque la mayoría sean mediocres, porque entre esa avalancha surgen las voces que importan. Lo que la televisión cerraba a unos pocos, el podcast lo abre a millones.

El ruido es inevitable, pero la posibilidad de que cualquier persona pueda contar su historia, opinar, investigar o simplemente acompañar a alguien al otro lado de unos audífonos, hace que valga la pena.

Al final, quizá el podcast sea un reflejo de la sociedad misma: caótico, lleno de egos y contradicciones, pero también rebosante de creatividad y de la necesidad más humana de todas: ser escuchados.


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