Nathalie Castro Bermúdez, pionera del parakarate femenino en Colombia, rompe barreras y deja en alto al Valle del Cauca

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Nathalie Castro Bermúdez, cinturón marrón III (Segundo Kyu), ha convertido el tatami en su escenario de vida, donde día a día demuestra que los límites solo existen en la mente. Desde hace más de una década, esta valiente deportista entrena sin descanso, abriéndose paso en el mundo del parakarate, una modalidad poco visibilizada en Colombia, especialmente para las mujeres.

Con apenas 11 años de experiencia en esta disciplina, ha roto estereotipos y ha superado una a una las barreras sociales y físicas que suelen marginar a las personas con discapacidad. Hoy, su nombre se escucha con respeto y admiración en los círculos del deporte adaptado, pues es la única mujer que representa al Valle del Cauca en parakarate a nivel nacional.

En un contexto donde el acceso al deporte es aún limitado para muchas personas con discapacidad, Nathalie ha demostrado que el compromiso puede abrir caminos inexplorados. Su historia no solo habla de medallas o competencias, sino de una lucha interna contra el miedo, la angustia y la exclusión, que ha enfrentado con la fuerza que le da cada entrenamiento.

“En el tatami me siento libre, fuerte y capaz. Es ahí donde soy yo misma”, ha expresado con emoción Nathalie en distintas entrevistas. Esa conexión con el arte marcial japonés le ha permitido ganar seguridad, autonomía y una visión transformadora sobre su rol en la sociedad.

Inspiración para nuevas generaciones de deportistas

Más allá de su desempeño deportivo, Nathalie Castro se ha convertido en un referente para cientos de niñas y mujeres con discapacidad que sueñan con competir, representar a su región o simplemente superar sus propios temores. Su presencia en campeonatos nacionales ha servido para visibilizar el talento femenino en el parakarate, un campo históricamente masculino.

El reconocimiento no ha sido fácil de ganar. Ha debido enfrentar largas jornadas de entrenamiento, limitaciones logísticas y falta de recursos, pero su voluntad ha sido más fuerte que cualquier obstáculo. Gracias a su ejemplo, hoy en día varias instituciones y ligas deportivas comienzan a promover espacios más inclusivos y equitativos.

Su historia es también una llamada de atención a las autoridades deportivas para que apuesten por el deporte adaptado, brinden más apoyo a atletas como Nathalie y fomenten la participación femenina desde la base. La inclusión no debe ser un discurso, sino una realidad que se construye con acciones concretas.

Cada vez que Nathalie entra al tatami, representa no solo a una región, sino a toda una comunidad que ha sido históricamente invisibilizada. Con cada kata que ejecuta, rompe barreras y da una lección silenciosa de determinación, constancia y amor por el deporte.

Hoy, Nathalie no compite sola. La acompañan las voces de quienes han sido tocados por su historia, la admiración de sus entrenadores, el orgullo de su familia y el respeto de todo un país que empieza a reconocer en ella a una verdadera pionera del parakarate femenino.


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