Lamentablemente Indira fue atacada por su propio hijo, Kanú, en un violento enfrentamiento territorial dentro del recinto que compartían.
Tras el ataque, el equipo del zoológico intervino de inmediato: lograron separar a Kanú mediante ruido, extintores y entrenamiento de «recall», sedaron a Indira para evaluar sus heridas, y finalmente la trasladaron a su zona de descanso. Pero, lamentablemente, poco después sufrió un paro cardiorrespiratorio, que resultó irreversible a pesar de los esfuerzos médicos intensivos.
La necropsia preliminar reveló que Indira padecía de insuficiencia renal aguda, probablemente desencadenada por el estrés extremo, pérdida de sangre y el shock del ataque.
Indira, que había vivido 21 años en el zoológico, era una de las especies más queridas por visitantes y cuidadores, y su partida ha provocado profundo dolor y conmoción en la comunidad.




