El fallecimiento de Jane Goodall a los 91 años marca la partida de una de las científicas más influyentes en la comprensión del mundo animal. Su llegada a Tanzania en 1960, con apenas 26 años y sin formación científica formal, revolucionó el estudio de los chimpancés al observarlos con una mente abierta y sin ideas preconcebidas. Su decisión de asignarles nombres en lugar de números desafió las normas de la época y mostró un enfoque humano que transformó la etología.
Una de las imágenes más icónicas de Goodall, tomada en 1964 por su esposo Hugo van Lawick, la muestra extendiendo la mano hacia Flint, el primer chimpancé nacido en Gombe tras el inicio de su investigación. Publicada en National Geographic, esta foto, junto con documentales posteriores, cambió la percepción de la ciencia sobre los animales, obligando a reconocer que los humanos no son los únicos seres con emociones, personalidad y capacidad de usar herramientas.
Goodall fue pionera al descubrir que los chimpancés empleaban ramitas para extraer termitas, desafiando la creencia de que el uso de herramientas era exclusivo de los humanos. Su trabajo inspiró a toda una generación de mujeres primatólogas, como Dian Fossey y Biruté Galdikas, en un campo hasta entonces dominado por hombres. Para muchos expertos, su mayor legado fue abrir el camino a la inclusión femenina en la investigación científica de primer nivel.
Su vida en Gombe durante más de dos décadas ejemplificó la importancia de la investigación de campo a largo plazo. La cercanía con los chimpancés le permitió documentar sus comportamientos y demostrar que la ciencia también podía enriquecerse desde la observación libre de prejuicios académicos. Esta perspectiva conectó a Goodall con un público amplio, que la veía como una investigadora accesible y genuina.
El legado de Jane Goodall se refleja en cientos de investigaciones publicadas, en documentales y en la transformación de la forma en que entendemos la conservación: no solo como la protección de especies, sino también de individuos. Su célebre fotografía con Flint simboliza un vínculo profundo entre humanos y chimpancés, transmitiendo amor, respeto y empatía hacia la naturaleza. Para Goodall, esa conexión representó “los mejores días de su vida”, y para el mundo, una nueva manera de comprender nuestro lugar en el reino animal.
