Cuando Gustavo Petro llegó a la Presidencia en agosto de 2022, gran parte de su capital político descansaba sobre el respaldo de sectores históricamente marginados: comunidades indígenas, afros, maestros, estudiantes, movimientos sociales urbanos y rurales. Muchos vieron en él la oportunidad de atender demandas postergadas durante décadas: reforma agraria, autonomía étnica, derechos sociales, educación pública y salud universal.
Hoy, casi tres años después, el panorama es más complejo. Aunque existe una creciente frustración por incumplimientos, contradicciones y decisiones polémicas, ese respaldo no se ha evaporado por completo. En cambio, lo que se observa es una tensión entre lealtad simbólica, exigencia de resultados y temor al retorno de gobiernos de derecha.
A continuación, los factores clave que ayudan a entender esta dinámica:
1. Expectativas incumplidas y desencanto
Muchos sectores apoyaron a Petro con la esperanza de transformaciones profundas, pero algunas promesas no se han materializado:
- Maestros denuncian que el sistema de salud docente sigue envuelto en escándalos de corrupción, falta de contratación suficiente y dificultades en el acceso al servicio.
- Estudiantes universitarios recuerdan promesas no cumplidas, como condonaciones de créditos, subsidios para tasas de interés y más recursos para la educación pública.
- Comunidades LGBTI han señalado que la violencia contra personas trans no ha disminuido ni recibido respuestas institucionales contundentes. En agosto pasado, el propio presidente generó polémica al decir: “pedí una manifestación de travestis” para enfrentar el aumento de esa violencia.
- Pueblos afro e indígenas se sienten marginados cuando promesas de infraestructura, participación política o ministerios con enfoque étnico no se han traducido en políticas robustas. Además, la salida de Francia Márquez del Ministerio de Igualdad y luego su sucesor Carlos Rosero ha sido vista como un retroceso simbólico para esas comunidades.
Todas estas situaciones alimentan el desencanto. Pero pese a ello, el apoyo no es simplemente un voto de confianza: es parte de una estrategia política, simbólica e incluso pragmática.
2. Memoria histórica, identidad política y resistencia simbólica
Para muchos líderes y simpatizantes de estos movimientos, la lealtad no nace únicamente por resultados concretos, sino por convicción histórica y el reconocimiento de una trayectoria que los representa:
- Petro ha sido visto durante décadas como un actor de la izquierda que reivindica narrativas de justicia social, que rompe el molde frente a los partidos tradicionales.
- Muchos en estos sectores sienten que no hay otra figura que los represente con tanta visibilidad o que plantee una agenda de transformación estructural.
- En discursos y movilizaciones, no pocas veces se oye que “la culpa es de los ministros, no del presidente”, lo que refleja un esfuerzo por mantener la unidad frente a la oposición institucional.
Además, algunos resultados parciales sí han sido reconocidos:
- Avances en la reglamentación de la Ley de Comunidades Negras (1993), para ampliar derechos territoriales, ambientales y de participación.
- Crecimiento del presupuesto destinado al mantenimiento de infraestructura escolar, bonos para maestros y ascensos docentes.
- El movimiento indígena logró apalancar algunas movilizaciones que generaron concesiones del Gobierno (por ejemplo, respaldo en protestas callejeras en respaldo a reformas sociales).
Estos no son cambios radicales, pero funcionan como evidencia de que la puerta al diálogo sigue abierta.
3. Presión política, desgaste institucional y el miedo al retroceso
Un elemento decisivo es que los movimientos sociales sienten que un cambio de gobierno podría revertir muchas de las conquistas recientes, debilitar la agenda social o criminalizar protestas:
- Muchos temen que un regreso de fuerzas de derecha implicaría recortes al gasto social, debilitamiento de conquistas étnicas o vulnerabilidad institucional.
- El desgaste de ministros, cambios frecuentes en cargos clave y la percepción de un “gabinete débil” le permiten a quienes critican al Gobierno internamente focalizar reproches en sus cercanos antes que en Petro mismo.
- Durante las protestas, las organizaciones sociales prefieren conservar la cohesión para cobrar cumplimiento, más que fragmentarse en críticas internas.
4. El límite del apoyo: condiciones crecientes y alerta de ruptura
Aunque el respaldo sigue vigente, no es ilimitado. Varios líderes sociales han expresado que la paciencia tiene un límite:
- En julio de 2025, un líder indígena del Cauca dijo en un evento oficial: “Tenemos presidente, pero no tenemos vicepresidenta”, en alusión a la falta de representación de las comunidades en el Gobierno.
- También han advertido que, si no se concretan políticas tangibles en los próximos meses, podrían retirar su apoyo o exigir reformas profundas en la agenda étnica y social.
En síntesis, el apoyo de movimientos sociales a Petro hoy es una mezcla de compromiso histórico, temor al retorno, presión política y crítica contenida. No es un respaldo acrítico, pero sí una apuesta aparentemente estratégica para lograr cambios desde dentro. El verdadero desafío será ahora demostrar que ese respaldo no fue solo simbólico, sino que puede sustentarse con hechos y transformaciones reales, antes de que la desilusión termine por fracturar alianzas fundamentales.




