¿Mover un mouse puede ser tan deporte como correr 90 minutos?

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La discusión sobre si los esports (deportes electrónicos) son realmente “deportes” lleva más de una década y sigue dividiendo opiniones. Para muchos, un deporte sin sudor, estadio y olor a linimento no puede entrar en la misma categoría que el fútbol o el atletismo. Para otros, negar el estatus deportivo a los gamers profesionales es tan absurdo como decir que el ajedrez no es un deporte porque “solo se piensa sentado”. La pregunta es sencilla, pero explosiva: ¿mover un mouse puede equipararse a correr 90 minutos?

Empecemos por lo básico. El fútbol, por ejemplo, demanda resistencia física, fuerza, velocidad y trabajo en equipo. Son 90 minutos de un cuerpo puesto al límite, y un cerebro que debe tomar decisiones en segundos con el corazón bombeando a toda máquina. En contraste, un jugador de League of Legends, Counter-Strike o Dota 2 parece solo mover los dedos sobre un teclado y un ratón. La diferencia es que lo que vemos desde afuera es engañosamente simple.

Los esports son una tormenta cerebral. Los reflejos que exige un jugador profesional superan por mucho a los de la mayoría de deportes tradicionales. Se calcula que en plena competencia, un pro gamer puede llegar a ejecutar entre 300 y 500 acciones por minuto. Eso es coordinar ojos, manos y mente a una velocidad que vuelve insignificante el típico “pásala, pásala” que grita un hincha de fútbol. Además, la presión psicológica no se queda corta: torneos con millones de espectadores y premios millonarios significan que un clic errado puede costar la gloria mundial.

Aquí entra la ciencia: estudios neurológicos muestran que el cerebro de un jugador de élite procesa la información visual y espacial de manera similar a pilotos de Fórmula 1 o ajedrecistas de primer nivel. El cuerpo no está corriendo kilómetros, pero las neuronas están en maratón.

Eso no significa que los esports sean iguales al fútbol o al atletismo. No requieren el mismo tipo de esfuerzo físico, y ahí es donde se hace la distinción. Un gamer no va a terminar con calambres musculares tras un partido de 40 minutos, pero sí con fatiga mental, tendinitis o incluso lesiones por estrés repetitivo. Al final, el sacrificio existe, solo que en otra forma.

La definición de deporte no es tan rígida como creemos. Si incluimos al ajedrez, al tiro con arco o a los dardos, no es descabellado darle un lugar a los esports. Lo que cambia es el medio: antes era una pelota de cuero, ahora es un mouse óptico.

Entonces, ¿es lo mismo mover un mouse que correr 90 minutos? No, pero tampoco es menos. Son formas distintas de poner el cuerpo y la mente al límite. El fútbol convierte la energía física en espectáculo; los esports hacen lo mismo con reflejos y estrategia. Ambos emocionan, ambos generan comunidades gigantes y ambos pueden arruinarte el corazón cuando tu equipo pierde. Y eso, en esencia, es lo que comparten todos los deportes.


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