Morro de Tulcán: hacia una transformación simbólica que reconozca todas las memorias

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El Morro de Tulcán, sitio sagrado para los pueblos indígenas y uno de los puntos más representativos —y polémicos— del paisaje de Popayán, se convierte nuevamente en el escenario de una discusión profunda sobre identidad, memoria histórica y reconciliación.

Desde que en septiembre de 2020 fue derribada la estatua del conquistador Sebastián de Belalcázar por integrantes del pueblo misak, se reactivó el debate sobre el significado de los símbolos en el espacio público y el lugar de las voces históricamente excluidas en la construcción de la memoria colectiva.

Hoy, una propuesta liderada por comunidades indígenas, organizaciones sociales, sectores académicos y culturales plantea convertir el Morro en un lugar de encuentro pedagógico y espiritual, que honre tanto la historia ancestral como los procesos de diálogo y verdad del país. La idea no es borrar el pasado, sino resignificarlo.

“Queremos que el Morro deje de ser un símbolo de imposición para convertirse en un espacio de reconocimiento mutuo. No se trata de destruir la historia, sino de integrarla a una visión más amplia y plural”, explicó uno de los líderes del pueblo misak que participa en las mesas de concertación.

La Alcaldía de Popayán ha manifestado su interés en abrir un proceso participativo para definir el futuro del lugar, en coordinación con el Ministerio de Cultura y el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). Las propuestas van desde la instalación de un centro de memoria viva hasta intervenciones artísticas que representen la diversidad étnica y cultural del Cauca.

Mientras tanto, el Morro de Tulcán sigue en pie, no solo como estructura física, sino como símbolo de los dilemas no resueltos sobre cómo narramos la historia y a quién le pertenece la voz en ese relato. El reto ahora es lograr que el sitio deje de dividir y comience a sanar.


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