‘’Sofía Petro vestida de morado, el color que ha representado históricamente al movimiento feminista. Esto es impresionante.» De la frase citada, diferentes burlas e ironías surgieron en torno a la palabra »impresionante»: para muchas mujeres el feminismo es mucho más que colores y, para otros, los movimientos sociales no se reivindican a partir de una prenda en una pasarela de gobierno.
Diego Guarnizo, diseñador de las piezas modeladas por Sofia Petro, menciona que el traje habla de unión, vida, respeto, tradición y cultura, mientras que incluye un top bordado por los indígenas de Kamentsa en la composición del vestido.
Simultáneamente a la paserela de la hija presidencial, en la ceremonia, 430 bolsas de la marca colombiana Manifiesta, con textiles trabajados por desmovilizados de las FARC-EP, fueron entregadas como obsequio a los invitados de la posesión.
Si apartamos nuestra mirada de los colores y bordados -que de forma limpia reclaman beneficios para colectivos- sabremos que el feminismo, la justicia social y la justicia climática no están presentes únicamente en unos minutos de un acto protocolario. La moda, entonces, no se puede reducir a procesos meramente vanidosos o estéticos, detrás de cada prenda existe un proceso de creación y en su postura, un acto o no, de enunciación por parte del sujeto y el rol que desempeña en la sociedad.

El vestido de Sofía y el de otros asistentes fue impresionante y político por sus dinámicas de elaboración y adquisición. Y en coherencia con las narrativas y discursos de este nuevo gabinete, también se trató de un acto político semiótico: por primera vez, es el gobierno y su entorno, quien tiene como objetivo ser elegante, tradicional y representativo como las comunidades populares, campesinas, afro, raizales, indígenas y palenqueras de nuestro país, y no al contrario como tristemente venia siendo costumbre.






