«Mi esposa me dice que busque otro trabajo»: el temor de los pescadores en Venezuela ante los ataques de EE.UU. contra embarcaciones en el Caribe

Wilder Fernández, un joven pescador del occidente de Venezuela, se ha visto afectado por la presencia militar de Estados Unidos en el Caribe.
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Wilder Fernández, un joven pescador del lago de Maracaibo, vive la pesca como supervivencia familiar pero también con miedo: después de 13 años faenando teme que su embarcación sea alcanzada por operaciones militares en el Caribe, una amenaza que ya ha cambiado la rutina y la tranquilidad de quienes salen a trabajar en esas aguas. Su esposa le insta a dejar el oficio, pero la falta de alternativas económicas lo obliga a continuar pese al temor constante.

La preocupación surge en el contexto de un despliegue militar de Estados Unidos en la región, que desde el 2 de septiembre ha atacado varias embarcaciones en el Caribe, ocasionando decenas de muertes bajo la acusación —sin pruebas públicas según el reportaje— de narcotráfico; el presidente Donald Trump además ha sugerido la posibilidad de incursiones terrestres y autorizó operaciones encubiertas de la CIA en Venezuela. Estas operaciones y declaraciones han escalado la alarma entre comunidades costeras.

El impacto en la pesca local es inmediato: muchos pescadores se muestran reacios a salir a mar abierto por miedo a quedar atrapados en un “fuego cruzado” o a ser usados por organizaciones delictivas como transportistas. Voceros y representantes locales advierten que la inseguridad y los ataques agravan problemas estructurales previos —piratería, derrames petroleros, caída de ingresos— y amenazan la estabilidad económica y familiar de miles de trabajadores del sector.

El gobierno venezolano, por su parte, niega las acusaciones y denuncia la amenaza estadounidense, movilizando ejercicios militares, llamando al alistamiento civil y anunciando medidas extraordinarias —incluido un borrador de Estado de “conmoción exterior”— que amplían poderes para responder a lo que califica como agresión extranjera. La retórica oficial apela a la defensa nacional y a la solidaridad ante lo que consideran una maniobra para desestabilizar al país.

Frente a ese escenario, la reacción entre los pescadores es ambivalente: hay quienes, como José Luzardo, rechazan el miedo y se muestran dispuestos a “defender al país”, mientras otros prefieren evitar el riesgo y abandonan jornadas o consideran otras fuentes de ingreso. En conjunto, el conflicto externo ha polarizado aún más a la comunidad pesquera, exacerbando ansiedades económicas y de seguridad en una región ya golpeada por múltiples crisis.


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