El proyecto político que impulsó a Johana Aranda a la Alcaldía de Ibagué parece resquebrajarse desde dentro. Cinco días sin comunicación entre la mandataria y su mentor, el exalcalde Andrés Hurtado, han confirmado una ruptura que muchos preveían desde el inicio. Aunque la tensión fue soterrada durante los primeros meses de gobierno, recientes despidos clave como el de Magda Herrera y Jhonatan Suárez- han hecho visible el quiebre.
Desde los primeros meses del gobierno, Hurtado manifestó en privado su preocupación por el esposo de Aranda, Juan Arturo Gutiérrez, a quien describió como “ambicioso” y un potencial obstáculo. Esa alerta se materializó con el intento de autonomía de Aranda, orquestado por su círculo cercano y el congresista Carlos Edward Osorio. Hurtado respondió ubicando fichas leales en cargos clave. La calma duró poco. La semana pasada, Aranda destituyó a tres figuras cercanas a Hurtado, entre ellas Magda Herrera y el estratega Juan David Ortiz.
La ruptura también tiene un componente familiar. Alba Esther Ramírez, excongresista y suegra de Aranda, ha presionado para cortar los lazos con Hurtado. Mientras tanto, Juan Arturo Gutiérrez lanza una campaña paralela como Gestor Social, alimentada con recursos del gobierno y una presencia constante en redes sociales. Su protagonismo incomoda al hurtadismo y acelera la fractura.
El botín de la administración, que incluye un crédito por $150.000 millones, también está en el centro del conflicto. La adjudicación de obras, como la del puente de la calle 60, ha puesto a Aranda en la mira de entes de control y la ha llevado a desvincular nombres asociados al gobierno anterior. Hurtado, desprestigiado por los escándalos y en campaña por la Gobernación, pide distancia.
Fuentes aseguran que Hurtado ya exigió no ser implicado en los procesos judiciales que afectan a Aranda. El costo político podría ser alto para ambos. La historia parece repetirse: en su momento, Hurtado rompió con su mentor Óscar Barreto. ¿Se repite el patrón, esta vez con Johana Aranda?