En la vereda El Tablón, la Administración Municipal entrega materiales y la comunidad pone la mano de obra. El alcalde Kleiver Oviedo celebra el proceso como un ejemplo de unión y eficiencia, pero la fórmula despierta cuestionamientos: ¿hasta qué punto las familias rurales deben cargar con el peso de las obras que deberían ser ejecutadas plenamente por la administración pública?
Recursos
El modelo, presentado como participativo, revela una práctica cada vez más común en municipios: la gestión se traduce en suministrar insumos mientras los habitantes aportan sudor, tiempo y hasta comida para los trabajadores. La participación comunitaria se convierte, entonces, en la excusa perfecta para justificar la falta de inversión suficiente y la incapacidad estatal de ejecutar proyectos completos con recursos propios.
Gestión política
Aunque el discurso oficial resalta el “trabajo en equipo”, la realidad muestra que la administración municipal descarga en los pobladores responsabilidades que corresponden a un Estado que recauda impuestos y recibe transferencias. La obra, en apariencia ejemplar, termina siendo un espejo de la precariedad: el reconocimiento político se lo lleva el alcalde, mientras la comunidad paga con esfuerzo y sacrificio el vacío de gestión estructural.
El proyecto en El Tablón puede presentarse como símbolo de compromiso, pero también refleja la delgada línea entre la participación ciudadana y la delegación de obligaciones estatales. La Alcaldía de Kleiver Oviedo se muestra eficiente, aunque lo que realmente se evidencia es un modelo que, bajo la apariencia de cercanía, profundiza la brecha entre lo que el Estado promete y lo que realmente entrega.




