La noche del miércoles 5 de noviembre de 2025, Bogotá será escenario de uno de los conciertos más esperados del año: Massive Attack regresa a Colombia tras más de una década de ausencia, para presentarse en el Movistar Arena con su propuesta sonora envolvente, emocional y políticamente cargada.
A continuación, un artículo imaginario —pero plausible— de cómo podría desarrollarse esa velada:
Un reencuentro largamente esperado
Para muchos fanáticos colombianos, la noticia del concierto fue una sorpresa bienvenida. En plataformas como Songkick ya figura la fecha y el recinto: “Massive Attack Bogotá, Movistar Arena, 5 de noviembre 2025”. Desde horas antes, la zona del Arena comenzó a palpitar con el ambiente previo: grupos de fans ataviados con camisetas de Mezzanine, Blue Lines o Protection, conversaciones sobre qué tema esperaban escuchar, intercambios de playlists y muchas expectativas. Al caer la noche, las luces del recinto se atenuaron. En ese momento, el silencio se sintió denso, como el paño oscuro antes de que empiece a revelarse el espectáculo. Y entonces, con una aparición casi fantasmagórica, Massive Attack irrumpió.
Sonoridad, atmósfera y proyección
Uno de los puntos fuertes de los conciertos recientes de Massive Attack es su combinación de sonido, visuales, crítica y narrativa. En su show en el festival LIDO (Londres, junio 2025), por ejemplo, proyectaron imágenes sobre conflictos globales, desigualdad, medios de comunicación y crisis ecológica, con una puesta en escena que no solo acompañaba la música sino que la expandía como mensaje político. Se esperaba que en Bogotá hicieran lo mismo: visuales coordinados con fragmentos de documentales, textos breves contra las injusticias, lluvias de pixeles, rostros, carteles digitales. A través de estas imágenes, no sólo se escuchaba “Angel”, “Teardrop”, “Paradise Circus” o “Unfinished Sympathy”, sino que se veía la evocación de heridas globales y locales. Musicalmente, Massive Attack conserva ese estilo trip-hop enrarecido: ritmos pausados, bajos profundos, patrones de batería incisivos, voces convidantes, atmósferas densas. Cada canción se convierte más en experiencia que en entretenimiento. Críticos coinciden en que, en vivo, su poder radica en esa mezcla de melancolía, urgencia política y sofisticación sonora.
En reseñas recientes, se ha destacado que Massive Attack no se limita a tocar sus grandes éxitos, sino que acompaña cada tema con una reflexión visual: no son un concierto complaciente, sino un llamado al pensamiento crítico.
Momentos destacados (esperados)
Aunque no se conoce públicamente un setlist oficial para Bogotá, basándonos en sus conciertos recientes, es probable que incluyan:
Interpretaciones de clásicos como Teardrop, Angel, Unfinished Sympathy.Canciones profundas menos mainstream, para sorpresas en el segundo acto. Momentos instrumentales de transición apoyados por visuales oscuros. Un cierre que no se siente como despedida abrupta sino como una reflexión compartida. Un aspecto que suele llamar la atención es la iluminación: Massive Attack trabaja con compañías visuales que sincronizan efectos lumínicos, proyecciones texturizadas y pantallas envolventes. En giras anteriores han trabajado con el colectivo United Visual Artists para modular visuales e integrar el texto en tiempo real con la música.
Juventud, crítica y responsabilidad ambiental
En 2025, Massive Attack no solo se proyecta como banda, sino también como activista musical. En conciertos recientes han incorporado medidas verdes: ofrecer alimentos 100 % vegetales, incentivar transporte público, optimizar consumo energético del espectáculo, y denunciar patrocinios cuestionables. Estos gestos, más allá del simbolismo, apuntan a un discurso que ya va más allá del entretenimiento: su música en vivo es también una plataforma política. En Manchester, por ejemplo, transformaron el concierto en un “statement” sobre guerra, crisis climática y poder corporativo. No sería sorprendente que en Bogotá se insistiera en mensajes sobre desigualdad en América Latina, cambio climático, deuda ecológica o resistencia cultural.
Recepción y legado
Para muchos asistentes, esa noche en Bogotá será más que un concierto: será un ritual compartido. La emoción vendrá no tanto de “ver” a Massive Attack, sino de sentirse parte de una comunidad reflexiva, crítica, atenta al mundo. Al abandonar el Movistar Arena, los aplausos quizá no solo celebren la música, sino lo compartido: las preguntas que quedan, las certezas que se tambalean, la energía colectiva que impulsa.Con su retorno a Colombia, Massive Attack abrirá una grieta en el ánimo local: que la música puede ser hermosa, inmersiva, y también incómoda; que un concierto puede ser experiencia estética y también acto ético. Y quizá, para muchos, esa noche perdure como testimonio: de que aún cabe imaginar un momento en que arte y conciencia viajen juntos.
