“Padre Moses, ¿cómo puedo aumentar mi hombría hasta niveles absurdos?”
La pregunta, formulada con ironía o devoción según quién la escuche, ha ganado notoriedad gracias a los videos virales del sacerdote Moses McPherson, un clérigo poco convencional que predica una masculinidad viril, sin filtros y con pesas en mano.
McPherson, quien fue criado como protestante y trabajó como techador antes de ordenarse, hoy es sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Rusa Fuera de Rusia (ROCOR) en Georgetown, Texas. Desde allí, se ha convertido en una figura llamativa dentro de un fenómeno creciente: jóvenes estadounidenses en su mayoría hombres que se acercan a la fe ortodoxa rusa como un refugio espiritual y cultural frente a lo que consideran una sociedad occidental debilitada por la “feminización”.
En sus videos de YouTube, el padre Moses critica abiertamente conductas que él asocia con la pérdida de virilidad: usar vaqueros ajustados, cruzar las piernas, planchar ropa, delinearse las cejas e incluso tomar sopa. Para él, todo esto representa una desviación de lo que considera una masculinidad auténtica, tradicional y robusta. Todo esto mientras levanta pesas al ritmo de heavy metal, rodeado de íconos ortodoxos y con sus cinco hijos como parte de su testimonio de vida.
El fenómeno no es aislado. En tiempos de confusión identitaria y polarización social, la Iglesia Ortodoxa particularmente en su vertiente rusa está captando a jóvenes que buscan estructura, jerarquía, disciplina y, en algunos casos, una reafirmación explícita de los roles de género tradicionales.
Lo que para algunos es una vuelta a la espiritualidad profunda, para otros es una inquietante mezcla de religión, política y estereotipos de género.




