Yesika Paola Chávez, una joven madre de 26 años, fue asesinada por su expareja el pasado 22 de abril en un salón de belleza en Ciudad Bolívar. El crimen, perpetrado por Andrés Julián Mesa Ramírez, un policía en servicio activo, quedó grabado en una cámara de seguridad. Pero más allá del hecho violento, hay una historia de control, manipulación y miedo que solo ahora empieza a conocerse por completo.
Martha Chávez, hermana de la víctima, habló públicamente sobre el infierno que vivió Yesika durante su relación. Contó que Mesa la obligaba a tener hasta tres celulares, con el fin de poder contactarla siempre. “Si no la encontraba en uno, la llamaba al otro”, relató. La obsesión del hombre llegó al punto de instalar cámaras de vigilancia dentro de la casa para monitorear todo lo que pasaba cuando él no estaba.
Días antes del asesinato, Yesika había decidido separarse definitivamente, luego de sufrir múltiples agresiones físicas y verbales. “Nunca fue una relación sana. Siempre hubo control, celos, amenazas. Ella ya no quería vivir así”, aseguró su hermana.
El día del crimen, según testigos, Mesa ingresó con un casco al salón, se acercó a Yesika y le dijo: “¿Quiere hacer lo que le da la gana? Si no es para mí, no es para nadie”, y luego le disparó varias veces. En ese momento, su hija presenció todo desde una silla cercana. La pequeña, según Martha, “brincaba con cada disparo”.




