Este domingo, Colombia se vistió de blanco y silencio para expresar un clamor profundo contra la violencia que azota al país. La «Marcha del Silencio» reunió a miles de ciudadanos en las principales ciudades, convocados no por discursos ni tarimas, sino por un sentimiento común: el rechazo a la barbarie tras el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay, quien permanece hospitalizado, en estado crítico, tras el cobarde ataque sicarial sufrido en Bogotá hace ocho días.
En la capital colombiana, la movilización inició a las 9 de la mañana en el Parque Nacional, avanzando por la carrera Séptima y la carrera Décima hasta llegar a la emblemática Plaza de Bolívar. La ciudad se paralizó momentáneamente, con desvíos en rutas y estaciones de TransMilenio cerradas para garantizar la seguridad de los manifestantes. La Secretaría Distrital de Gobierno y la Policía acompañaron la marcha con un llamado constante a la convivencia pacífica y al respeto.
Himno nacional en la plaza pic.twitter.com/LN3znnUsz1
— Andrés Vecino MEcon MD PhD (@andresvecino) June 15, 2025
Lo que hizo especial esta jornada fue la ausencia de consignas políticas o banderas partidistas, un gesto que buscó unir a los colombianos más allá de sus diferencias ideológicas. La convocatoria fue respaldada por sectores políticos, sociales y religiosos que insistieron en que la marcha era un acto de recogimiento y solidaridad, no un espacio para el proselitismo. Así, la multitud caminó en silencio, con prendas blancas, en honor a la vida y en rechazo al terrorismo que golpea a la nación.
El contexto que rodea la movilización es doloroso y complejo. Colombia enfrenta una escalada de violencia, especialmente en el suroccidente, donde la inseguridad y el accionar de grupos criminales tienen a la población en estado de miedo. La Marcha del Silencio evocó la histórica protesta de 2008 contra las Farc, un símbolo de la voluntad ciudadana de no permitir que la violencia defina el destino del país.
En ciudades como Medellín, Cali, Cartagena, Barranquilla y Bucaramanga, la marcha también se vivió con respeto y solemnidad. Los puntos de encuentro se llenaron de personas que, sin pronunciar palabras, hicieron sentir su voz con la fuerza del silencio, honrando a las víctimas y exigiendo garantías para la seguridad y la democracia en el país.
La Marcha del Silencio fue el reflejo del alma colombiana: herida pero resiliente, cansada pero firme. En un país donde la violencia ha dejado cicatrices profundas, se alzó un mensaje claro y humano: basta ya. Colombia reclama paz, justicia y la protección de la vida, porque en el silencio de esta marcha resonó más fuerte que el sonido de los disparos y las bombas.



