Estos programas de Deepfakes realizan, con un algoritmo codificador de inteligencia artificial, miles de fotografías de las dos personas. El codificador analiza las similitudes entre las dos caras y las reduce a características compartidas. Viene a ser una especie de «analogía antropomórfica».
Un segundo algoritmo de inteligencia artificial decodifica las imágenes para recuperar la información de los rasgos faciales en ambas caras. Como los dos rostros son diferentes, será necesario utilizar dos decodificadores diferentes, uno para cada imagen.
A continuación, se introducen las imágenes codificadas en el decodificador incorrecto, es decir, se intercambian las imágenes con el decodificador de la otra imagen. El decodificador, por tanto, debe reconstruir la imagen que se quiere crear con las expresiones faciales y movimientos de la otra imagen que este decodificador en concreto se ha encargado de recuperar. De esta forma, el vídeo resultante parece ser 100% real.
La mayoría de los Deepfakes se originan mostrando al algoritmo muchas imágenes de una persona, que luego usa para generar nuevas imágenes faciales. El resultado es un archivo de vídeo, casi siempre, en el que aparece una persona que se parece y habla igual que la persona real sin serlo.




