Cinco delincuentes encapuchados y con armas cortas ingresaron la noche del martes hasta la vivienda del ex secretario de planeación departamental Luis Carlos Aponte, redujeron a los integrantes de la familia amordazándolos en la sala y obligándolos a colocarse boca abajo.
Hechos
Los ladrones procedieron a esculcar la casa, pero gracias a la llamada de un vecino, unidades del Gaula del Ejército reaccionaron frustrando el asalto, tras un cruce de disparos. El hecho delictivo se registró este martes 10 de mayo hacia las 6:10 p.m. en la vivienda ubicada en la vía de acceso al condominio Colina Campestre, según revelaron las autoridades, al señalar que los delincuentes ya se habían apoderado de cuatro celulares de alta gama, una cadena de oro, dos argollas de oro y otros elementos de valor, los cuales fueron abandonados en el sitio, al percatarse de la presencia de la fuerza pública en el lugar.
Llamada
Según se conoció la reacción del Gaula fue producto de una llamada a la línea 147 por parte de un vecino del sector que advertía un posible secuestro, por lo que rápidamente se desplegó un operativo que permitió frustrar el robo.
Gaula
La investigación del hecho está a cargo del Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía, informó el coronel José Rafael Miranda, comandante del departamento de Policía Casanare, al confirmar que el hecho fue atendido inicialmente por el Gaula Militar.
Delito
El delito del secuestro ha sido tipificado en prácticamente todos los códigos penales del orbe. En la modernidad juega un papel importante en el complejo comportamiento criminal, tanto en los casos en los que se buscan créditos políticos, como en los que se pretenden rescates monetarios. Los secuestradores tienen una logística y una organización que supera a la de los criminales comunes, por lo que casi se podría afirmar que es un crimen perpetrado en la inmensa mayoría de los casos por grupos criminales organizados. Por su particular historia política y militar y por tener un conflicto interno de más de cinco décadas, Colombia ha sufrido de manera especialmente cruel este flagelo. Los grupos insurgentes lo han usado casi desde sus inicios para imponer sus razones, publicitarse o para financiar sus acciones ilegales. Las víctimas de este crimen han sido muchas y de toda condición, desde altos oficiales del Ejército y la Policía, hasta humildes campesinos y trabajadores civiles, pasando por personalidades de la vida pública y, por supuesto, personas con altos perfiles económicos.

