Los activos alternativos en el centro de la atención

Luke Newman, gestor de carteras de Janus Henderson, analiza las distintas funciones que pueden desempeñar los activos alternativos en una cartera equilibrada.
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Aunque el entorno actual pueda parecer anómalo a muchos, los mercados no son ajenos a periodos de tipos de interés más altos y presiones inflacionistas. Puede parecer contraintuitivo, pero aunque este entorno conlleva naturalmente una mayor incertidumbre, lo que hemos visto como respuesta es un comportamiento mucho más racional del mercado. Lo atribuimos al final de un largo periodo dominado por políticas intervencionistas, como la expansión cuantitativa (QE), y caracterizado por un entorno de bajos tipos de descuento y bajos tipos sin riesgo.

Aunque los tipos de interés siguen subiendo, puede que no estemos lejos del «punto álgido», en términos de política monetaria. Y aunque el drama político parece no estar nunca lejos, la incertidumbre brinda la oportunidad a los inversores activos de mostrar su valor. El ecosistema financiero sigue evolucionando, y las estrategias de los inversores deberían reflejarlo.

¿A qué se debe la demanda de alternativas?

En los últimos años, el protagonismo de los productos alternativos no ha dejado de crecer, una tendencia que esperamos que continúe a medida que el mundo de la inversión se adapte a nuevas aplicaciones y tecnologías innovadoras. Las barreras de entrada que antes impedían la participación, como la necesidad de importantes requisitos de capital, también siguen disminuyendo, lo que aumenta la «democratización» de las alternativas. Pero a medida que la gama de herramientas para mejorar la construcción de carteras ha ido creciendo, el papel potencial que los alternativos pueden desempeñar en una cartera ha evolucionado. Actualmente observamos tres categorías principales.

En primer lugar, vemos que los alternativos se utilizan como sustitutos del papel que tradicionalmente han desempeñado los productos de renta variable exclusivamente a largo plazo. En general, estos inversores pretenden replicar, o al menos alcanzar, niveles de rentabilidad similares a los de la renta variable, pero sin asumir los niveles de riesgo asociados.

La justificación de esta estrategia tiene mucho sentido. Sería muy difícil ignorar la volatilidad impulsada por los acontecimientos y los mercados bajistas que han caracterizado a los mercados en las últimas décadas. Desde el lunes negro y la burbuja de las puntocom, pasando por la crisis financiera mundial, el Brexit y el COVID, nunca han faltado periodos de gran incertidumbre para los inversores. Una clase de activos alternativa, con el potencial de ofrecer niveles equivalentes de rentabilidad sin los mismos niveles de volatilidad, tiene un atractivo evidente. En segundo lugar, hemos visto periodos en los que los activos alternativos han sustituido en cartera a la renta fija o a activos similares. Estos inversores tienden a operar sobre la base de un presupuesto de riesgo (tratando de controlar el riesgo de su cartera) en lugar de buscar necesariamente un rendimiento.

En tercer lugar, vemos que los inversores asignan una mayor parte de su cartera a activos alternativos como una clase de activos diversificadora por derecho propio. Esta última categoría es probablemente con la que nos sentimos más cómodos. Se trata de un medio por el que los inversores pueden desbloquear y diversificar nuevas fuentes de rendimientos no correlacionados, al tiempo que tratan de limitar la volatilidad y el posible riesgo a la baja.

Alternativos como mitigadores El uso de activos alternativos como potenciales «amortiguadores» (a través de la diversificación) ha ocupado un lugar destacado en la lucha por la atención de los inversores en los últimos años, una tendencia que creemos que se está acelerando. Hemos visto de primera mano el impacto mitigador sobre la volatilidad de la asignación a alternativas durante pandemias, recesiones, referendos, elecciones y más. Incluso una pequeña asignación a activos alternativos puede contribuir a reducir la volatilidad global de una cartera equilibrada a largo plazo.

La última pieza es la generación de alfa, es decir, la posibilidad de obtener un rendimiento superior al del índice de referencia (una vez ajustado al riesgo). Esto es algo que ha atraído el interés de los inversores, en términos de asignación a estrategias alternativas líquidas. La posibilidad de añadir una fuente de rentabilidad absoluta consistente y estable puede resultar muy atractiva en determinados entornos.

En lo que respecta al rendimiento de las estrategias alternativas líquidas, no se trata necesariamente de «arrasar». La consistencia del proceso es absolutamente crítica, siendo capaz de ofrecer características de rentabilidad predecibles durante un largo periodo de tiempo.

Esa coherencia, durante mercados y ciclos económicos difíciles, es lo que realmente justifica el interés de los inversores por las alternativas. Elegir la estrategia adecuada para sus necesidades es primordial, pero dada la riqueza de oportunidades disponibles para los inversores, en un momento en que las barreras de entrada son más bajas que nunca, el futuro de las alternativas parece brillante.


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