
Migrar es una aventura llena de aprendizajes, pero también de nostalgias. Los que salimos de Colombia sabemos que, por más lejos que estemos, siempre habrá cosas que nos jalan el corazón y nos hacen decir: “uy, cómo extraño esto”.
1. La comida que sabe a hogar
Por más que haya restaurantes colombianos en todas partes, no es lo mismo.
“En España encontré arepas, pero nada como las que hacía mi mamá en Boyacá, con quesito fresco y a las cinco de la mañana” – María, Madrid.
El ajiaco, la bandeja paisa, las empanadas de esquina… son sabores que ninguna receta de YouTube logra replicar del todo.
2. El café colombiano de verdad
No es carreta: nuestro café sabe distinto.
“Aquí en Estados Unidos venden ‘café colombiano’, pero yo sé que ese grano no pasó por las manos de mi abuelito en el Quindío” – Andrés, Nueva York.
El aroma de la greca en la cocina es insustituible.
3. El clima que no cambia tanto
El eterno verano de la Costa o la eterna primavera de Medellín se sienten aún más especiales cuando uno vive estaciones extremas.
“En Alemania descubrí lo que es un invierno real. Extraño salir en chanclas a la tienda todo el año” – Carolina, Berlín.
4. La alegría de la gente
En Colombia la calidez está en cada esquina: el vecino saludando, el taxista con charla interminable, el tendero que ya sabe lo que compras.
“En Canadá todo es ordenado, pero extraño esa confianza de que cualquiera te suelta un chiste en la fila del banco” – Juan, Toronto.
5. La música y la fiesta
No importa el lugar: al escuchar un acordeón o una salsa, el corazón se sacude.
“Aquí en Chile las fiestas son chéveres, pero nadie baila como en Barranquilla un martes cualquiera” – Luisa, Santiago.
6. El idioma con sabor colombiano
Las expresiones son parte de lo que somos.
“En Francia aprendí a hablar otro idioma, pero extraño decir ‘mijo’ y que todo el mundo me entienda” – Camilo, París.
Conclusión
Extrañamos muchas cosas, desde la arepa caliente hasta el “¿qué más, pues?” de un amigo. Migrar nos enseña a valorar lo que parecía cotidiano y a llevar un pedacito de Colombia en cada palabra, en cada receta improvisada y en cada canción que ponemos en una reunión con otros latinos. Porque, al final, ser colombiano no se pierde: se multiplica en cada rincón del mundo.



