Sí, se dice que el ejército simboliza neutralidad, eso nos ha hecho entender el Gobierno, pero, ¿Cómo se logra reparar aquellas secuelas de inestabilidad en Colombia? Las cuestiones de orden social y político han sido responsables del principio de una lucha eterna. Guerrillas radicalizadas, son el resultado de conflictos acumulados en una sociedad, consecuencia de una organización fragmentada, insuficiente para poner en uso las capacidades de sus instituciones, un tire y afloje con relación a una crisis desarrollada a través de los gobiernos, generando timidez, consternación e inseguridad. Un poder insaciable por parte del Gobierno, Instituciones militares y guerrillas, que, para calmar su sed de autoridad ponen cada vez más en “jaque los procesos de paz” El Tiempo.
Grupos revolucionarios que desafiaron al Gobierno y a la sociedad mediante las armas ante la ausencia del Estado, guerrillas que tomaron las masacres y desapariciones como prácticas sistemáticas para obtener control. Mujeres y hombres que antes de aprender a escribir conocen la gramática de la violencia, lo cual repercutió en términos de contrarrestar la apertura al terrorismo, la violencia y la criminalidad.
Desarme, reintegración y desmovilización dieron paso a la “paz”, (Sarmiento, 2013) afirma que “si bien esta dio lugar a dinámicas importantes y a soluciones parciales, pronto se debilitó hasta fracasar, en condiciones de ausencia de un consenso y de suficiente respaldo nacional”, al hablar de paz, inmediatamente se piensa en desmovilización, términos y garantías que el Gobierno ofrece, pero al mismo tiempo generan disputa, pues se teme que las guerrillas reemplacen a la justicia, debido que, “ejecutan sin juicio a quienes no comparten sus ideas” El Tiempo.




