La jirafa, uno de los animales más emblemáticos del continente africano, enfrenta una silenciosa crisis que ha pasado inadvertida para muchos. En los últimos 150 años, su población se ha desplomado de millones de ejemplares a poco más de cien mil, una disminución alarmante que refleja el impacto de la actividad humana sobre la fauna silvestre.
Las principales causas de este declive incluyen la pérdida de hábitat por la expansión agrícola, la deforestación, la caza furtiva y los conflictos en las zonas donde habita la especie. A esto se suma el cambio climático, que altera los patrones de lluvias y afecta la disponibilidad de alimentos y agua en las sabanas africanas.
Actualmente, las jirafas están divididas en varias subespecies, algunas de las cuales ya se encuentran en situación crítica. En ciertas regiones, estos majestuosos animales han desaparecido por completo, dejando vacíos ecosistemas que dependían de su papel como dispersores de semillas y reguladores del paisaje vegetal.
Las organizaciones de conservación insisten en que todavía hay esperanza si se toman medidas urgentes: proteger los corredores naturales, reducir la caza ilegal y fomentar programas de reproducción y educación ambiental. De lo contrario, el animal más alto del planeta podría convertirse en un símbolo más de la pérdida de biodiversidad en África.




