Madrugada, robo, silencio… rutina
Una camioneta KIA SPORTAGE fue robada la madrugada del miércoles 16 de abril en Duitama. Así, sin alboroto, sin enfrentamiento, sin una alerta real. El vehículo desapareció y solo quedó el hueco del vacío, la rabia del dueño, la indignación de los vecinos, y otro punto más para la estadística.
El hurto se llevó a cabo en un estacionamiento de un conjunto residencial en el barrio Santa Isabel, ¿curioso, no? Que haya sido en el parqueadero de un edificio residencial, donde se supone hay vigilancia. Mientras tanto, las autoridades ya estan en conocimeinto de lo ocurrido por la denuncia interpuesta por los afectados. Están “investigando”. Pero el pueblo se sigue preguntando: ¿investigando qué? ¿Hasta cuándo solo eso?
¿Y dónde terminan estos carros?
En la mayoría de casos como este, los carros ya tienen ruta armada:
- Talleres ilegales donde los desaparecen por partes.
- Municipios vecinos donde cambian placas, los ‘reviven’ y siguen rodando.
- O peor, usados para fleteos, asaltos o contrabando.
Y sí, todo esto se sabe. Pero aún así, los roban. Porque a veces pareciera que la inteligencia para delinquir es más rápida que la respuesta institucional.
¿Qué pasaría si los cogen?
Si llegaran a capturar a los responsables —que ojalá—, el caso podría entrar como hurto calificado, según el artículo 240 del Código Penal Colombiano. Eso, en teoría, les da entre 6 y 12 años de prisión.
Pero ya sabemos cómo es la cosa: Sin denuncia formal, no hay caso. Sin pruebas, no hay condena. Sin castigo real, no hay justicia.
Y aunque la Policía actúe, si el sistema no responde completo, todo queda en nada.
Denunciar: una obligación que da miedo
Presentar la denuncia no es un detalle. Es la base para que el delito no se pierda entre papeles o eso se supone. Pero la gente lo piensa mil veces:
- Porque temen represalias.
- Porque creen que no sirve para nada.
- Porque ya no confían.
Pero si no se denuncia, no hay forma de cerrar este ciclo podrido. Así que sí: hay que hacerlo. Aunque duela, aunque dé miedo. Porque callar también alimenta al ladrón.
La Perla se cansó de tener miedo
Duitama no puede seguir esperando que cada robo sea un hecho aislado. Porque esto ya no es percepción. Es realidad. Y es frecuente. Ya no es uno al mes, es uno cada día de cada semana. Ya no son rumores, son evidencias. Y ya no es solo molestia, es hastío.
Cada robo no solo es una pérdida material. Es otro mensaje de que aquí cualquiera entra, se lleva lo que quiere… y se va. Como dicen por ahí «tierra sin Dios ni ley».
¿Hasta cuándo vamos a “investigar” mientras las camionetas salen por la puerta como si nada?
Si esto no sacude, entonces ¿Qué lo hará?
Se robaron otra camioneta, no es la primera vez que pasa, se roban motos, bicicletas… ¿Y qué? Nada. Eso siente la gente. Y por eso la indignación crece más rápido que las investigaciones. Hoy es un vehículo. Mañana es otro. Y así vamos.
Pero si no hay resultados reales —ni capturas, ni judicialización, ni condenas ejemplares—, no hay más qué decir. Solo esperar quién será el próximo. Lamentable y crudo ¿no? Pero desgraciadamente real.
- Si tú has sido de víctima de cualquier tipo de hurto o conoces de alguien que lo haya sido, y todavía no han presentado una denuncia formal, aún están a tiempo. Podrán denunciar ante la Policía Nacional en la oficina de denuncias virtuales.




