LA VIOLENCIA COLONIAL CRECE EN CISJORDANIA

Un palestino inspecciona los daños sufridos en su restaurante como consecuencia del ataque de colonos judíos, en la localidad de Hawara, al sur de Nablus, en la Cisjordania ocupada. marzo de 2023. GETTY.
[responsivevoice_button voice="Spanish Latin American Male" buttontext="Escuchar Noticia"]
Compartir en

En las tierras de Cisjordania, a las que los colonos judíos llaman Judea y Samaria, los episodios de ataques e intimidaciones a la población autóctona son cada vez más frecuentes. La guerra en Gaza ha empeorado significativamente la crisis de seguridad donde la impunidad y proliferación de armas podría abrir un nuevo frente de batalla.

MAIRAV ZONSZEIN

 |  9 de noviembre de 2023

¿Qué está ocurriendo en Cisjordania?

Desde hace un mes, con el atentado de Hamás del 7 de octubre y los posteriores bombardeos y operaciones terrestres de Israel en Gaza, Cisjordania –que en 2023 hasta la fecha ya ha vivido su año más mortífero desde 2005– también está sufriendo la agitación y el número de incidentes violentos ha aumentado considerablemente. En este lado de la frontera, más de 130 palestinos han muerto, 43 de ellos niños. La mayoría fueron víctimas del fuego de los soldados israelíes, pero ocho de ellos, entre ellos un niño, fueron abatidos por milicias de colonos, vistiendo el uniforme del ejército. Israel ha mantenido bloqueada Cisjordania desde el ataque de Hamás, con fuertes restricciones a la circulación entre ciudades. También ha llevado a cabo una intensa campaña de arrestos, deteniendo a más de 1.700 palestinos.

Con todas las miradas puestas en Gaza, Cisjordania se encuentra en su momento más combustible. Los colonos se han aprovechado de la situación intensificando los abusos contra los palestinos en un esfuerzo calculado por hacerse con el control de más tierras. Los investigadores sobre el terreno de la organización israelí de derechos humanos B’Tselem, que llevan años siguiendo de cerca la cuestión, advierten que los colonos tienen más rienda suelta que nunca por parte del Estado: “Los acontecimientos sobre el terreno indican que, al amparo de la guerra, los colonos están llevando a cabo estos asaltos prácticamente sin control, sin que nadie intente detenerlos antes, durante o después de los hechos”.

¿A qué se refiere el término ‘violencia colonial’?

Es una expresión genérica para referirse a las diversas formas en que los ciudadanos israelíes que viven en la Cisjordania ocupada amedrentan a los palestinos. Dichos actos van desde el allanamiento de morada, el bloqueo de carreteras o del acceso a tierras y fuentes de agua, hasta el incendio de coches, casas u otras propiedades, el robo de ganado, la quema o tala de olivos, el lanzamiento de piedras y el vandalismo en iglesias y mezquitas, así como diversas formas de acoso e intimidación física y verbal. En varios casos, los colonos han utilizado fuego real para matar y herir a palestinos.

La violencia de los colonos ha ido en aumento durante la última década, incrementándose constantemente cada año. Se ha intensificado considerablemente desde que el gobierno de extrema derecha del primer ministro Benjamin Netanyahu asumió el poder en diciembre de 2022; y lo está haciendo de nuevo tras el atentado de Hamás.

«Las ‘razzias’ se produjeron directamente después de ataques palestinos que mataron a israelíes, en lo que el estamento de seguridad denomina actos de venganza»

En 2023 se han producido varios ataques de colonos a gran escala, con una frecuencia sin precedentes y causando más daños que nunca. En febrero, por ejemplo, cientos de colonos asaltaron la ciudad de Huwara y varios otros pueblos palestinos de la zona de Naplusa, en el norte de Cisjordania, incendiando más de 30 casas y al menos 100 coches, al tiempo que atacaban a los palestinos con barras de metal y piedras. Una razzia similar tuvo lugar en junio en Turmus Ayya, Umm Safa y Lubban al–Sharqiya, pueblos del centro de Cisjordania que no habían padecido estos actos anteriormente. En ambos casos, las razzias se produjeron directamente después de ataques palestinos que mataron a israelíes, en lo que el estamento de seguridad denomina actos de venganza. Aunque la venganza puede ser el motivo inmediato en casos concretos, el propósito fundamental de la violencia de los colonos es ahuyentar a los palestinos de las zonas rurales de Cisjordania, concretamente de la zona C, el 60% del territorio que sigue bajo control total israelí según los acuerdos de Oslo de 1993.

Los líderes de los colonos y los ministros del gobierno han dicho abiertamente que la zona C, según el derecho internacional es territorio ocupado y estaba previsto que formara parte de un futuro Estado palestino, pertenece a Israel y debería anexionarse formalmente. Han trazado planes, que incluyen grandes presupuestos para construir viviendas y extensas carreteras, para duplicar el número de colonos en Cisjordania. Los colonos más jóvenes que ejercen la mayor violencia contra los palestinos, conocidos como “jóvenes de las colinas”, creen en gran medida que es su derecho divino estar en Cisjordania, a la que llaman “Judea y Samaria”, evocando los nombres bíblicos de estas tierras. En su opinión, los palestinos deben aceptar un estatus secundario o marcharse.

¿Cuál es el alcance de la violencia y su impacto?

En la primera mitad de 2023, los colonos llevaron a cabo 591 ataques en la Cisjordania ocupada, una media de 95 al mes o unos tres al día. La media mensual representa un aumento del 39% con respecto a la misma medida en 2022, según la ONU, y 2023 es el sexto año consecutivo en el que la cifra total ha subido. El ritmo récord de atentados ha vuelto a aumentar después del 7 de octubre, hasta alcanzar la cifra sin precedentes de siete al día. En casi la mitad de los incidentes, también según la ONU, las fuerzas israelíes acompañaban o apoyaban activamente a los atacantes.

Muchos actos de violencia de los colonos quedan sin documentar, ya que implican intimidación o acoso, pero no daños materiales o corporales. Pero incluso en esos casos, los actos crean una profunda sensación de inseguridad entre los palestinos locales, que temen amenazas persistentes a sus medios de subsistencia. En muchos años recientes, la violencia de los colonos se ha recrudecido durante la cosecha de la aceituna, con colonos que arrancan árboles y atacan a los agricultores. Entre 80.000 y 100.000 familias palestinas de Cisjordania dependen de la aceituna y el aceite de oliva como fuente primaria o secundaria de ingresos.

En los últimos meses, y especialmente desde el 7 de octubre, los repetidos actos de violencia de los colonos han obligado a cerca de 1.000 palestinos a abandonar sus hogares, expulsados de quince comunidades de pastores beduinos de la zona C. Otras seis comunidades palestinas, con más de 450 personas, han abandonado sus hogares en circunstancias similares en los últimos dos años. Treinta organizaciones de la sociedad civil israelí emitieron una declaración el 29 de octubre en la que instaban a las potencias exteriores a interceder para detener “la ola de violencia de los colonos respaldada por el Estado que ha provocado, y está provocando, el traslado forzoso” de palestinos en Cisjordania.

La destrozada sensación de seguridad en Israel tras los atentados del 7 de octubre también ha llevado a los israelíes a armarse, y el número de propietarios de armas se ha triplicado. El ministro de Seguridad Nacional de Israel, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, ha convertido en una prioridad la flexibilización de los criterios para la concesión de licencias de armas a los israelíes, incluidos, y quizá especialmente, los colonos. Una reciente solicitud israelí de 24.000 fusiles de asalto a EEUU ha suscitado el escrutinio del Departamento de Estado, donde los funcionarios temen que estas armas vayan a parar directamente a manos de los colonos.

¿Qué está haciendo el Estado de Israel?

En resumidas cuentas, no mucho. Durante décadas, Israel ha fracasado regularmente tanto en impedir que los colonos ataquen a los palestinos como en juzgar a los colonos. La organización israelí de derechos humanos Yesh Din, que ha estado siguiendo el historial de aplicación de la ley por parte del Estado en este ámbito desde su creación en 2005, tiene pruebas abrumadoras de que los soldados israelíes no suelen hacer nada mientras los colonos cometen actos de violencia contra los palestinos. En un incidente ocurrido a mediados de octubre en al–Tuwane, un pueblo situado en las colinas al sur de Hebrón, B’Tselem documentó cómo un colono disparaba a quemarropa a un palestino desarmado mientras los soldados permanecían de brazos cruzados.

Este fenómeno se ha convertido más bien en uno de “permanecer juntos”, dijo a Crisis Group el director ejecutivo de Yesh Din, Ziv Stahl, señalando el creciente número de incidentes en los que los soldados no solo son pasivos o tolerantes de estos ataques, sino que actúan de común acuerdo con los colonos para atacar a los palestinos. La incapacidad de los soldados para frenar tales actos se ha hecho tan frecuente y evidente que el jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), Herzi Halevi, se sintió obligado a abordarlo en junio. “El terrorismo y sus difíciles consecuencias llevan a algunas personas a cometer actos que están legal y éticamente prohibidos”, dijo.

Todos los altos mandos de la seguridad israelí han condenado la violencia de los colonos, pero en la práctica las autoridades no han hecho casi nada para combatir el fenómeno. La principal herramienta utilizada, que es más preventiva que punitiva, es poner a los colonos en detención administrativa, una práctica en la que las personas son retenidas sin cargos ni juicio. Doce israelíes judíos han sido detenidos administrativamente en el último año por orden del ministro de Defensa, una cifra récord, y unos ocho permanecen bajo custodia. Un alto funcionario de defensa dijo a Crisis Group que, aunque la detención administrativa no es lo ideal en un país democrático, Israel la utiliza para proteger la sensibilidad de la información y las fuentes utilizadas para obtener inteligencia. Más de 2.000 palestinos se encuentran actualmente en detención administrativa. Muchos de ellos llevan años retenidos, ya que las autoridades pueden renovar la orden cada seis meses de forma indefinida.


Compartir en