Para un observador casual puede que dicha cifra no le parezca elevada.
Es menos que el coste de un solo avión de combate moderno. Taiwán, de hecho, ya tiene pedidos de equipamiento militar estadounidense que valen más de US$14.000 millones.
¿Importan, entonces, unos miserables US$80 millones más?
Si bien la respuesta predeterminada de Pekín es la furia ante cualquier apoyo militar a Taiwán, esta vez hubo algo diferente.Los US$80 millones no son un préstamo. Provienen de los contribuyentes estadounidenses. Por primera vez en más de 40 años, Estados Unidos está utilizando su propio dinero para enviar armas a un lugar que oficialmente no reconoce.
Esto lo está haciendo bajo un programa llamado financiamiento militar extranjero (FMF, por sus siglas en inglés).
Desde la invasión rusa de Ucrania el año pasado, el FMF se ha utilizado para enviar alrededor de US$4.000 millones en ayuda militar a Kiev.
También se ha utilizado para enviar miles de millones a Afganistán, Irak, Israel y Egipto, entre otros.
Pero hasta ahora sólo se había otorgado a países u organizaciones reconocidas por las Naciones Unidas. Taiwán no lo es.
Después de que Estados Unidos cambió su reconocimiento diplomático hacia China en 1979, continuó vendiéndole armas a Taiwán bajo los términos de la «Ley de Relaciones con Taiwán».
La clave era vender las armas suficientes como para que la isla pudiera defenderse de un posible ataque chino, pero no tantas como para desestabilizar las relaciones entre Washington y Pekín.
Durante décadas, Estados Unidos ha dependido de esta llamada ambigüedad estratégica para hacer negocios con China, sin dejar de ser el aliado más incondicional de Taiwán.
Pero en la última década, el equilibrio militar a través del Estrecho de Taiwán se ha inclinado dramáticamente a favor de China.
La vieja fórmula ya no funciona. Washington insiste en que su política no ha cambiado pero, en aspectos cruciales, sí lo ha hecho.
El Departamento de Estado de Estados Unidos se ha apresurado en negar que el financiamiento militar recientemente otorgado implique algún reconocimiento de Taiwán.
La evaluación de los expertos desde hace mucho tiempo es contundente: la isla está penosamente mal preparada para un ataque chino.
La lista de problemas es larga.
El ejército de Taiwán tiene cientos de viejos tanques de batalla, pero muy pocos sistemas de misiles ligeros y modernos.
La estructura de mando, tácticas y doctrina del ejército no se han actualizado en medio siglo. Muchas unidades de primera línea tienen sólo el 60% del personal que deberían tener.
Según se informa, las operaciones de contrainteligencia de Taiwán en China son inexistentes y su sistema de reclutamiento militar no funciona.
En 2013, Taiwán redujo el servicio militar de un año a solo cuatro meses, antes de restablecerlo a 12 meses, una medida que entrará en vigor el próximo año.
Pero hay desafíos mayores. Los jóvenes que lo frecuentan lo llaman en broma «campamento de verano».
«No hay ninguna formación regular», afirma un recién graduado.
«Íbamos a un campo de tiro una vez cada dos semanas aproximadamente y usábamos armas viejas de la década de 1970».
«Disparábamos a objetivos, pero no nos enseñaron adecuadamente cómo apuntar, por lo que todos fallaban. No hacíamos ningún ejercicio. Al final hay una prueba de aptitud física, pero no nos preparamos para ello», añade.
El recién graduado describió un sistema en el que los altos comandantes del ejército ven a estos jóvenes con total indiferencia y no tienen ningún interés en entrenarlos, en parte porque estarán allí por muy poco tiempo.
