LA SIGUIENTE COMPENSACIÓN

Tanto China como EEUU están experimentando una ‘inteligenciación’ en sus capacidades militares, lo que ha acortado la distancia entre sus fuerzas armadas. Taiwán no solo aporta los chips por los que están apostando ambos ejércitos. También se erige como el campo de batalla futuro más plausible.
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Enjambres de drones autónomos, batallas invisibles en el ciberespacio, pulsos en el espectro electromagnético… El futuro de la guerra estará marcado por el poder de computación, y el ejército de Estados Unidos ya no es tan todopoderoso como antes. Lejos quedan los días en que el país podía surcar sin oposición los mares y cielos del planeta entero, amparado por sus misiles de precisión y sus sensores omnipresentes. El seísmo que sacudió los ministerios de Defensa del mundo tras la guerra del Golfo de 1991, así como el miedo a que pudieran usarse contra cualquier fuerza militar los mismos ataques quirúrgicos que habían decapitado al ejército de Sadam, se percibió en Pekín como un “ataque nuclear psicológico”. En los 30 años que han transcurrido desde entonces, China ha invertido en armamento de alta tecnología, ha abandonado las doctrinas maoístas a favor de una guerra popular seudomedieval y ha asumido que las contiendas del futuro se decidirán con las comunicaciones, la computación y los sensores avanzados. China ya está desarrollando la infraestructura informática necesaria para las fuerzas de combate del futuro.


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El objetivo de Pekín no es solo igualar a EEUU en todas y cada una de sus capacidades militares, sino adquirir otras que puedan “compensar” las ventajas estadounidenses. China quiere coger el concepto usado por el Pentágono en los años setenta y volverlo en su contra. De hecho, ya ha desplegado una serie de armas que revierten sistemáticamente su desventaja. Sus misiles de precisión antibuque hacen que sea muy peligroso para los barcos estadounidenses cruzar el estrecho de Taiwán en tiempos de guerra, y mantienen a raya el potencial naval del país occidental. Los nuevos sistemas de defensa aérea ponen en entredicho la capacidad de EEUU para dominar el espacio aéreo en un conflicto. Los misiles chinos de largo alcance contra objetivos terrestres amenazan la red de bases militares estadounidenses desde Japón hasta Guam. Las armas antisatélite son un peligro para las redes de comunicaciones y de GPS. La fuerza cibernética no ha sido probada en condiciones de guerra real, pero los chinos intentarían desarticular sistemas de defensa enteros del ejército enemigo. Y en el espectro electromagnético, China podría intentar sabotear las comunicaciones y contrarrestar los sistemas de vigilancia, de modo que el ejército norteamericano no pudiera ver a los enemigos o comunicarse con sus aliados.

Todas estas capacidades son consecuencia directa de las tesis del estamento militar chino, que cree que la guerra no solo está cada vez más informatizada, sino inteligenciada, un feo término bélico que alude al uso de inteligencia artificial (IA) en el armamento. Huelga decir que el poder de computación ha sido crucial para las guerras de la última mitad de siglo, aunque la cantidad de unos y ceros utilizada en sistemas de defensa es millones de veces más elevada que hace unas décadas. La novedad es que ahora EEUU tiene un oponente digno. La Unión Soviética pudo ponerse a la altura de EEUU en número de misiles, pero no en número de bytes. China piensa que puede lograr ambas cosas. La suerte que corra la industria china de semiconductores no afectará solo al comercio. El país que sea capaz de producir más unos y ceros también contará con una gran ventaja militar.

¿Qué factores decidirán esta carrera informática? En 2021, varios prohombres de la tecnología y de la política exterior estadunidense, encabezados por el ex director general de Google Eric Schmidt, publicaron un informe en el que advertían de que “China podía superar a EEUU como la gran superpotencia en IA”. Parece que los líderes chinos coinciden. Como señala Elsa Kania, experta en las fuerzas chinas, el Ejército Popular de Liberación lleva más de una década hablando sobre “armas de IA”, aludiendo a sistemas que emplean “la inteligencia artificial para perseguir, distinguir y destruir objetivos enemigos automáticamente”. El propio Xi Jinping ha instado al ejército a acelerar el desarrollo de la inteligenciación como prioridad de defensa.

Cuando pensamos en IA militar nos imaginamos robots asesinos, pero hay muchos campos en los que el aprendizaje automático puede mejorar el armamento. El mantenimiento predictivo, que permite saber cuándo hay que reparar las máquinas, ya nos ayuda a evitar que los aviones caigan y que los barcos se hundan. Los sónares de submarino o las imágenes por satélite con IA identifican mejor las amenazas. Podemos diseñar nuevas armas más deprisa. Las bombas y los misiles se arrojan con mayor precisión, sobre todo contra objetivos móviles. Los vehículos autónomos aéreos, submarinos y terrestres ya están aprendiendo a ir solos, a encontrar enemigos y a destruirlos. No todo lo que hemos mencionado es tan revolucionario como lo que parece indicar la expresión “armas de IA”. Por poner un ejemplo, hace décadas que tenemos misiles “dispara y olvida” con navegación autónoma. Pero las armas cada vez son más inteligentes e independientes, así que el poder de computación que necesitan no hace más que crecer.

No hay ninguna garantía de que China termine ganando la carrera por desarrollar y desplegar armas de inteligencia artificial, entre otras cosas porque esa carrera no se libra con una sola tecnología, sino con sistemas complejos. Vale la pena recordar que la carrera armamentística de la guerra fría no la ganó el primer país que mandó un satélite al espacio. Dicho eso, es innegable que el potencial chino en armas de IA es impresionante. Ben Buchanan, de la Universidad de Georgetown, explica que la IA necesita tres cosas para funcionar: datos, algoritmos y capacidad informática. Y exceptuando el último parámetro, es posible que China ya esté a la altura de EEUU en los otros dos.


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