La ropa que usamos a diario lleva más peso del que parece. No sólo cumple una función práctica o estética: también juega un papel clave en nuestra mente, nuestras emociones y la forma cómo nos presentamos ante el mundo. Esta idea está en el centro de recientes investigaciones sobre la “cognición vestida” (en inglés enclothed cognition), que sostiene que el acto de vestir es parte de la construcción de identidad y bienestar emocional.
Especialistas explican que cambiar de vestuario no solo es cuestión de estilo, sino que puede ser un “interruptor” para el ánimo. La psicóloga clínica Barbara Greenberg afirma que “lo que vistes afecta absolutamente tu estado de ánimo”. En consecuencia, al vestir algo que nos haga sentir poderosas, seguras o cómodas, podemos modificar cómo actuamos y cómo nos sentimos.
Algunos de los efectos más interesantes:
- Motivación y comportamiento: Por ejemplo, ponerse la ropa adecuada para el trabajo o para hacer ejercicio puede activar la mente para asumir ese rol antes de comenzar la actividad.
- Autoestima y confianza: Según estudios, usar prendas que reflejen nuestra individualidad o nos hagan sentir “nosotros mismas” mejora la percepción que tenemos de nuestro valor y capacidad.
- Expresión de emociones: La elección del color, el estilo o incluso la textura de la ropa dice más de lo que pensamos. Por ejemplo, colores vivos suelen asociarse a alegría o energía; tonos apagados o neutros podrían reflejar un estado más reservado o introspectivo.
En resumen, la moda va más allá de la tendencia o lo llamativo: es una forma de comunicación personal, una extensión de cómo nos vemos por dentro y cómo queremos que nos vean. Así que, la próxima vez que te vistas, recuerda: tu ropa puede ser una aliada para sentirte mejo
