En una columna de opinión, se vincula el crimen del político Uribe Turbay con la supuesta actuación de la Segunda Marquetalia, apoyada por Nicolás Maduro y otros actores latinoamericanos, lo cual abre una reflexión sobre la geopolítica del crimen y la inseguridad en Colombia.
El análisis señala que hablar de mafias locales es insuficiente: detrás de la violencia y las muertes hay entramados transnacionales, vínculos ideológicos, económicos y estratégicos. Esta visión trae consigo la urgencia de replantear la forma en que el Estado colombiano aborda el crimen organizado: no solo como un fenómeno doméstico, sino como parte de alianzas más amplias que trascienden fronteras. En ese sentido, la muerte de Uribe Turbay no es solo un hecho luctuoso, sino un síntoma de una estructura de poder que resiste la lógica democrática.
