NUEVA DEDICATORIA PARA IBAGUÉ

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El escritor Carlos Pardo, enaltece la ciudad con los ritmos tradicionales.

Giraldo

El escritor Carlos Pardo y docente de la Universidad del Tolima está próximo en publicar su libro titulado ´Somos ciudad musical´, un trabajo que busca mostrar cómo la música ha cobrado un valor importante para Ibagué, el autor ha permitido conocer algunos fragmentos del texto, del cual saldrá en los próximos meses.

Capítulo uno

Todo empieza cuando en Ibagué se creó el primer coro de música en el año 1575, desde ahí la capital musical empezó a encontrar los tradicionales ritmos de la ciudad, Helio Fabio González fue el encargado de crear la primera escuela de canto con ayuda del entonces párroco, Antonio Segura, la intriga del escritor era descubrir cómo realmente nació la música en Ibagué tan así que en su mente no lograba encontrar el inicio de los bambucos, la rajaleña, el pasillo, la guabina, entre otros.

Investigación

Pero, ¿Por qué se le atribuye a Ibagué como ciudad musical? Era una de las preguntas que se realizaba Pardo, es ahí que él, junto con su pequeña libreta empezó con la búsqueda de conocer al sacerdote Antonio Segura, en medio de sus investigaciones las cuales duraron semanas, el escritor no logró encontrar ningún dato de este personaje, pasaron los días y en medio de los documentos descubrió que Antonio no se apellida Segura sino Sequeira, pues fue ahí donde logro ver que su investigación debía empezar desde cero, Antonio de Sequeira un soldado portugués que llegó a Ibagué a nutrir de conocimiento la ciudad.

Creación

Antonio Sequeira, un párroco que después de su experiencia como soldado decide llevar una vida más tranquila, su recorrido por Colombia empieza en la ciudad de Santa Marta y en 1575 es enviado a la institución San Bonifacio de Ibagué del Valle de las Lanzas, allí creó su primer coro musical en la iglesia, al pasar el tiempo Antonio decide formar la primera escuela de canto y guitarra y es acá donde se empiezan a conformar más instituciones en la ciudad. A mediados del año 1876, se registraron dos nuevas academias las cuales se llamaron Sicard y Melendro.

Felicidad

Sequeira, un soldado, pintor, sacerdote y músico fue el primero en poner los pequeños pinos de la que es ahora la capital musical, pero que por diversas diferencias con demás personajes que deseaban lo mismo él tuvo que partir a Tocaima, fue allí en donde se perdió cualquier rastro de él. El escritor Pardo sabe que tal libro pudo tener uno que otro altibajo, pero sumergirse en estas historias para lograr encontrarle sentido, lo hace realmente feliz.


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