La historia secreta detrás del hallazgo del Titanic

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El Titanic, quizá el barco más famoso de la historia, sigue despertando fascinación más de un siglo después de su hundimiento. En su época, fue el transatlántico de pasajeros más grande del mundo y se volvió tristemente célebre por haberse hundido en su viaje inaugural, entre la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 1912, mientras navegaba de Southampton, en Reino Unido, hacia Nueva York. Más de 1.500 personas murieron en la tragedia.

El desastre alimentó una leyenda que con el tiempo solo creció. Pero la historia de cómo se encontraron los restos del Titanic es, en sí misma, tan asombrosa como el propio naufragio. Esto se conoció gracias a documentos desclasificados en 2018 por el gobierno de Estados Unidos.

Robert Ballard, oceanógrafo y oficial de la marina estadounidense, lideró la expedición que encontró el Titanic en 1985. Sin embargo, lo que muchos no sabían es que su misión fue posible solo gracias a una condición impuesta por la Armada de EE.UU. Ballard quería buscar los restos del Titanic, pero la Marina accedió a financiar la misión únicamente si él utilizaba esos recursos primero para localizar dos submarinos nucleares estadounidenses hundidos en el Atlántico durante la Guerra Fría: el USS Thresher y el USS Scorpion.

Ballard aceptó. En palabras suyas: «Tú me dejas hacer lo que yo quiero, si yo hago lo que tú quieres». Así, bajo la cobertura de una búsqueda científica, se desarrolló una operación secreta autorizada por el entonces presidente Ronald Reagan, en plena tensión con la Unión Soviética.

La primera parte de la misión fue exitosa: Ballard localizó los submarinos. Luego, con solo 12 días disponibles para buscar el Titanic antes de que venciera el alquiler del barco utilizado, logró encontrarlo en apenas ocho. La clave estuvo en aplicar los mismos métodos aprendidos durante la búsqueda del Scorpion, rastreando los restos dispersos en el lecho marino hasta encontrar la ubicación principal del naufragio, a unos 600 kilómetros de la costa de Terranova, Canadá, y a casi 4.000 metros de profundidad.

El hallazgo fue emocionante. El equipo celebró al divisar los restos del Titanic, pero la euforia se desvaneció rápidamente. «Caímos en cuenta de que estábamos bailando sobre la tumba de alguien», recordó Ballard. «Nos sentimos avergonzados. Nos tornamos serios, calmados y respetuosos, y nos prometimos no tomar nunca nada del barco».

Aunque inicialmente no se planeaba recuperar objetos ni explorar el interior de la nave, la fascinación global por el Titanic motivó años después una serie de expediciones que recuperaron piezas históricas, hoy exhibidas en museos de todo el mundo.

Más allá del descubrimiento en sí, Ballard subraya que la operación reveló una realidad poco conocida: buena parte de la Guerra Fría se libró en las profundidades del océano, lejos del ojo público, y muchos estadounidenses nunca supieron cuán cerca estuvo ese conflicto del desastre nuclear.

La historia del Titanic, desde su construcción hasta su trágico final, y luego su hallazgo secreto, continúa siendo símbolo de grandeza, ambición, tragedia y misterio. Y gracias a esa misión encubierta de 1985, su leyenda volvió a emerger desde las profundidades.


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