La historia de los castillos que hicieron ‘medieval ’ a la Cali del siglo XX

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Cali es una de esas ciudades que tienen mucha historia para contar, desde leyendas y mitos, hasta historias de amor que cruzan fronteras, pero si hay algo que hoy en día aún se encuentra en la ciudad más vibrante del suroccidente colombiano, son algunos de los castillos que mostraron en su época el poder de algunas de las familias más tradicionales de la Sucursal del Cielo.

Hacia la década de 1920, Cali, una ciudad pequeña pero importante para el país por su economía y cultura, veía unos años dorados los cuales están marcados en los libros de historia, para esta época, muchas de las familias tradicionales invertían en negocios y como no, también en lujos. Es por esto que, tras llegada la moda medieval  desde Europa, algunas de estas decidieron invertir en construcciones que asemejaran aquellas fortalezas que tanto se mencionaban en los cuentos de hadas.

Uno de los primeros castillos de la ciudad fue el de la familia Carvajal, el cual se construyó en 1928, bajo la dirección del arquitecto Félix Aguilú, tuvo como objetivo ser el hogar del matrimonio entre don Hernando Carvajal y doña Eugenia Sinisterra. En la actualidad, esta edificación es propiedad de la Fundación Carvajal y se encuentra sobre la Avenida 4 Norte con Calle 8.

“Es un castillo muy lindo, tanto por dentro como por fuera, está muy bien conservado y siento que representa una época de Cali que muchos no conocemos, pero que vale la pena leer la historia de nuestra ciudad”, dijo Leandro Rivera, comunicador social y aficionado de la historia.

Muy cerca de este, se encuentra el Castillo Molina Mejía, una estructura imponente sobre la Avenida 4 Norte. También obra de Aguilú, este edificio fue declarado bien de interés cultural municipal por su valor arquitectónico y por ser testigo de la transformación urbana del norte de Cali.

“Esta edificación estuvo abandonada mucho tiempo y llegó albergar panaderías y otros establecimientos comerciales, su ubicación se caracterizaba por estar contra colinas de esta zona, las cuales ya casi no existen, pues con la urbanización, el terreno se fue aplanando”, explicó Ricardo Realpe.

El tercer bastión que aún se mantiene en pie es el Castillo Lloreda, en la Avenida 6 Norte con Calle 13. Inicialmente fue propiedad de la familia Borrero y más tarde de Álvaro Lloreda Caicedo. En su planta baja llegó a funcionar una de las primeras sedes de la tradicional heladería Ventolini, lo que lo convirtió en un punto de encuentro social durante varias décadas, en la actualidad en este lugar funcionan distintos restaurantes.

Aunque otros castillos como el Cuervo Alvarado, el cual se encontraba frente al parque de Versalles y el del antiguo Batallón Pichincha, ubicado en lo que hoy es el CAM, ya no existen, su recuerdo persiste en la memoria colectiva, pues llegaron a ser la representación del poder económico y el deseo de sus propietarios por dejar una huella arquitectónica imborrable.

En la actualidad, estos castillos no solo embellecen el paisaje urbano, sino que también invitan a caleños y visitantes a descubrir una faceta poco conocida de la ciudad: su historia contada en piedra y ladrillo, con la elegancia de una época que aún perdura entre sus muros.


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