Los comedores comunitarios se han convertido en verdaderos baluartes de esperanza y transformación. Más allá de la entrega de alimentos, estos espacios ofrecen oportunidades para mejorar y transformar vidas. Doña Estela Cardona, gestora del comedor comunitario Nutrilonchera 2, el cual atiende a más de 140 personas diarias, personifica este espíritu de cambio con su dedicación y compasión.
Uno de los casos más conmovedores que ha visto es el de don Jairo Mosquera, un adulto mayor habitante de calle, quien llevaba mucho tiempo soportando el frío, la enfermedad y múltiples necesidades.
Doña Estela, preocupada por su situación, recurrió a la Alcaldía y a la Arquidiócesis de Cali, activando la red de comedores con atención de hogar, como es el caso de la Fundación Thalita Kumi. «Es increíble cómo todos los días vemos casos conmovedores como el de don Jairo», afirma.
«Él, en retribución al almuerzo que le brindábamos, nos traía leña para la preparación de los alimentos, nos sentíamos muy tristes al ver su necesidad, pero hoy me siento feliz porque es un hecho que en el comedor Thalita Kumi, no solamente le brindan desayuno, almuerzo y comida, sino también un hogar», con lágrimas en los ojos, doña Estela cuenta cómo la vida de don Jairo ha cambiado gracias a esta red de apoyo.
Nicole Daniela del Río, trabajadora social del componente social de comedores comunitarios, fue fundamental en este proceso. «En el momento en el que recibimos la alerta, iniciamos la búsqueda dentro de los comedores con hogar, nos dimos cuenta de que la gestora Elizabeth González Cruz, de la fundación Thalita Kumi, recibe a toda persona sin hogar, ha formado una familia y un resguardo en esta casa en la que también funciona un comedor”, explica Nicole.
La llegada de don Jairo al comedor de Elizabeth fue un acto de amor y solidaridad. En este lugar, más de 50 personas reciben no solo sus tres comidas diarias, sino también amor y respeto. «Aquí lo primero que queremos es que cada integrante conozca de Dios, porque desde nuestra infinita humanidad queremos darle apoyo, él hará parte de una comunidad con unos hermanos que, al igual que él, tienen dificultades, pero lo que buscamos en este lugar es el respeto por los abuelitos, el amor y la comprensión», señala Elizabeth.
Los comedores comunitarios no solo proporcionan alimentos, sino que construyen tejido social a través de una red de apoyo integral. La historia de don Jairo es solo uno de los muchos ejemplos de cómo estas iniciativas pueden transformar vidas y fortalecer comunidades.

