El conflicto entre Rusia y Ucrania ha escalado a un nuevo nivel donde la supremacía no solo se mide en tropas o armamento pesado, sino en tecnología de guerra. Ambas partes han desplegado drones avanzados capaces de evadir interferencias electrónicas, así como sistemas de vigilancia que identifican y localizan celulares enemigos para dirigir ataques de precisión. Este uso intensivo de herramientas digitales ha transformado el conflicto en una guerra altamente tecnificada, donde la inteligencia artificial, la ciberseguridad y la guerra electrónica son tan decisivas como el armamento convencional.
Más allá del impacto en el terreno militar, esta nueva dimensión bélica ha generado un debate global sobre la regulación de las tecnologías aplicadas en conflictos armados. Las innovaciones desarrolladas durante esta guerra están siendo observadas por potencias mundiales que estudian su efectividad y posibles adaptaciones. Al mismo tiempo, se alerta sobre los riesgos éticos y humanitarios que implica automatizar decisiones de combate y usar dispositivos civiles como blancos tácticos. La guerra en Ucrania no solo redefine las fronteras geográficas, sino también las reglas del juego en la confrontación moderna.
