El reciente informe del Índice Big Mac, publicado por el diario británico The Economist, ha puesto en evidencia una realidad alarmante: La Devaluación del Peso colombiano es la moneda más devaluada en América Latina. Este índice, que compara el precio de una hamburguesa Big Mac en diferentes países para medir la paridad del poder adquisitivo (PPA), revela que en Colombia la famosa hamburguesa cuesta un 43,5% más que en Estados Unidos. Esto sugiere que el peso colombiano está subvaluado en un 43,5%, destacando la fragilidad de nuestra economía frente al poderoso dólar estadounidense.
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El Índice Big Mac, utilizado desde 1986, nos brinda una manera sencilla de comprender la complejidad del mercado cambiario y sus implicaciones.
Según el reporte, una Big Mac cuesta $12,950 en Colombia y US$5.81 en Estados Unidos, lo que arroja un tipo de cambio implícito de $2,228.92, muy por debajo del tipo de cambio real de $3,941.99.
Poder adquisitivo de los colombianos.
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Esta brecha refleja no solo una devaluación significativa del peso, sino también la erosión del poder adquisitivo de los colombianos. La devaluación del peso colombiano no es un fenómeno reciente. Desde 2014, la tasa de cambio ha pasado de $2,000 a más de $4,000, un incremento de más del 100%. Esta tendencia tiene múltiples causas, entre ellas, la falta de confianza en la economía local, la incertidumbre política y económica, y las fluctuaciones en los precios del petróleo, un recurso clave para Colombia.
Las consecuencias de esta devaluación son amplias y afectan diversos aspectos de la vida económica y social del país. Por un lado, el aumento de la inflación y la pérdida del poder adquisitivo son inevitables. Los colombianos con ingresos fijos ven cómo su capacidad de compra disminuye, afectando su calidad de vida. Además, la canasta familiar, compuesta en un 30% por productos importados, se encarece, lo que impacta negativamente en los hogares de menores ingresos.
El gobierno debe implementar políticas que fomenten la producción y exportación de bienes y servicios, mientras que se protege a los sectores más vulnerables de los efectos negativos de la devaluación. Inversiones en infraestructura, capacitación y tecnología son esenciales para mejorar la competitividad de nuestras exportaciones. El sector privado, por su parte, debe buscar estrategias para innovar y diversificar sus mercados.
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