La cruel realidad de la violencia infantil en Colombia

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La reciente tragedia que envuelve el asesinato de Dilan Santiago Castro Rivas, un niño de dos años, pone de manifiesto una realidad desgarradora: la violencia contra los niños en Colombia, una violencia que, en demasiadas ocasiones, ocurre en el interior de los hogares y permanece invisible para la sociedad.

Las cifras ofrecidas por Medicina Legal son estremecedoras. Durante la pandemia, 56 niños de 0 a 4 años fueron asesinados, 54 murieron en «eventos de tránsito», y otros 184 perdieron la vida de manera “accidental”. En edades de 10 a 14 años, se registraron 73 homicidios, aumentando significativamente a 435 en la franja de 15 a 17 años, donde las muertes están vinculadas al reclutamiento forzado, pandillismo y otros actos violentos.

La violencia contra los niños se convierte en una tragedia multifacética. La psiquiatra Ana Cuenca señala que muchos casos ocurren en el seno mismo de los hogares, espacios que deberían ser seguros. La aprobación reciente de la ley que prohíbe el castigo físico y humillante es un paso en la dirección correcta, buscando transformar las prácticas educativas y fomentar una crianza basada en el respeto y la regulación emocional.

Sin embargo, el problema va más allá de la violencia física. La experta advierte sobre la falta de deseo en el nacimiento de muchos niños, llevándolos a convertirse en víctimas de la violencia. La sociedad colombiana enfrenta desafíos para reconocer a los niños como sujetos de derechos, y la indiferencia ante la violencia infantil es un llamado de atención urgente.

La violencia sexual también persiste, con 15,359 exámenes realizados por Medicina Legal en 2020 por presunto delito sexual a niños y adolescentes. En el 84% de estos casos, las víctimas son niñas. La psicóloga María Martínez destaca la falta de manifestaciones públicas de cero tolerancias contra la violencia hacia los niños, evidenciando la falla de la sociedad en proteger a sus jóvenes.

Carlos Tejeiro, especialista en derecho de infancia, rememora épocas arcaicas en las que la muerte de niños era considerada normal. Aunque hemos avanzado hacia una protección integral de derechos, la violencia persiste en diversas formas, desde abusos sexuales hasta trabajo infantil y reclutamiento ilegal.

La sociedad colombiana debe reconocer y abordar esta cruel realidad. La infancia robada es una pérdida irreparable para el país, y la indolencia ante esta violencia debe transformarse en acción. Es hora de que como sociedad actuemos y reaccionemos ante el hecho de que los niños y niñas sigan muriendo con la facilidad que hemos visto, con los homicidios. Es una deuda con la niñez y una deuda con todo el país.


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