La CIA mantiene su influencia en América Latina, pero su alcance tiene límites

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Las recientes declaraciones del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, reavivaron el debate sobre el papel de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en América Latina. Según reveló el diario The New York Times, Trump habría autorizado operaciones letales de la CIA en Venezuela, con el objetivo de combatir el narcotráfico y frenar la migración irregular hacia territorio estadounidense.

Posteriormente, el propio Trump confirmó esa información en una rueda de prensa desde la Casa Blanca. “Venezuela está enviando delincuentes y vaciando sus cárceles hacia Estados Unidos”, afirmó, justificando así el respaldo a operaciones encubiertas de inteligencia. Sin embargo, evitó responder directamente cuando se le preguntó si había autorizado un plan específico contra el presidente venezolano, Nicolás Maduro. “¿No sería ridículo que yo respondiera eso?”, respondió con ambigüedad.

Caracas responde con firmeza

La reacción del gobierno venezolano no se hizo esperar. Primero, a través de un comunicado de la Cancillería, y luego con declaraciones del propio Nicolás Maduro, quien rechazó cualquier intento de intervención extranjera. “Decimos no a los golpes de Estado promovidos por la CIA. América Latina no quiere más intromisión. Ya ha sufrido bastante”, manifestó el mandatario, haciendo alusión a episodios históricos en la región como los golpes en Chile y Argentina durante el siglo XX.

Intervenciones pasadas y presente influencia

Expertos e historiadores recuerdan que la influencia de la CIA en América Latina no es nueva. “Desde la Segunda Guerra Mundial, con la OSS, se empieza a construir una red de inteligencia que luego se institucionaliza con la creación de la CIA”, explica el historiador Lorenzo Delgado. Durante décadas, la agencia ha estado vinculada a múltiples operaciones en la región, aunque muchas veces con resultados y consecuencias controvertidas.

Arturo López Zapico, profesor de Historia Contemporánea, señala que la primera gran operación de la CIA en América Latina fue en 1954, cuando colaboró en el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Árbenz. Le siguieron acciones en República Dominicana (1961), Brasil (1964), Panamá (1990), y otras más encubiertas o fallidas, como el intento de invasión a Cuba en Bahía de Cochinos o el apoyo a los Contras en Nicaragua.

A pesar de este historial, los especialistas advierten que el poder de la agencia tiene límites. “La CIA no es una fuerza todopoderosa capaz de moldear a su antojo los gobiernos en América Latina. Sus operaciones suelen estar dirigidas a proteger intereses estratégicos, pero muchas veces generan consecuencias imprevisibles”, concluye López Zapico.

Un legado polémico

La discusión sobre el rol de la CIA vuelve a poner sobre la mesa la relación histórica entre Estados Unidos y América Latina, marcada por la tensión entre cooperación y control. Mientras Trump refuerza un discurso de seguridad nacional con tintes intervencionistas, América Latina insiste en la necesidad de soberanía y respeto a la autodeterminación.


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