¿Y si te dijera que, en el punto más tenso de la Guerra Fría, la CIA apostó su mejor tecnología de espionaje no a un satélite ni a un microchip… sino a un gato?Parece el guion de una comedia, pero fue un proyecto real y clasificado: «Acoustic Kitty».En la década de 1960, la CIA tuvo una idea que sobre el papel sonaba brillante. Los gatos son sigilosos, curiosos y pueden entrar en cualquier lugar sin levantar sospechas. ¿Por qué no usarlos para grabar conversaciones secretas?Lo que siguió fue una intervención quirúrgica que hoy resulta tan surrealista como inquietante, y éticamente cuestionable.Los ingenieros implantaron un micrófono en el canal auditivo del gato, un transmisor de radio en la base de su cráneo y, según versiones de algunos exagentes, una antena tejida a lo largo de su cola. Tras años de entrenamiento y una inversión estimada de 20 millones de dólares, el «Gato Acústico» estaba listo para su primera misión.El objetivo: dos hombres sentados en un banco fuera de la embajada soviética en Washington, D.C.Entonces, los agentes liberaron al felino espía en la acera. El gato dio unos pasos, ignoró completamente a los objetivos… y fue atropellado trágicamente por un taxi a los pocos minutos de iniciar la misión.Aunque versiones posteriores de los archivos desclasificados sugieren que el gato sobrevivió y simplemente se fue a perseguir algo, siguiendo un estímulo propio. El resultado fue el mismo: Fracaso total.El informe final de la CIA concluyó algo que cualquier dueño de gato podría haberles dicho gratis: los gatos no son perros. No trabajan para la policía, ni para el gobierno. Su «factor ambiental» y su «no linealidad» (lenguaje técnico para decir que hacen lo que les da la gana) hacían imposible el proyecto.Al final, «Acoustic Kitty» es la prueba histórica de que, sin importar cuánto dinero o tecnología inviertas, nadie, ni siquiera la agencia de inteligencia más poderosa del mundo, puede darle órdenes a un gato.#fblifestyle #gatos




